Todavía quedaban 5 largas horas de avión, y no aguantaba más. Me dolían las piernas, tenía que moverme. Pero no podía. Eric estaba en mi regazo durmiendo como un angelito. No sé cuanto tiempo llevaría así, sólo recuerdo que me dormí apoyada en su hombro, y mirad como hemos acabado. En alguna que otra ocasión tuve que agarrarle, porque se iba a desplomar en el suelo.
Todo el avión dormía, excepto algunos que se levantaban para ir al baño o para pedir algo a la azafata en silencio. Todos estábamos muy cansados. Me estaba empezando a preocupar por Eric, es decir, no me importaba lo más mínimo que estuviera dormido en mi regazo, sonreí como una estúpida para mis adentros. Pero si que es preocupante que cogiera una mala postura y que se hiciera daño.
Y ahí estaba yo, con Eric en mi regazo. Sin saber donde poner las manos. Acaricié por segunda vez su cabello rubio. Y con las yemas de los dedos, muy, muy suavemente acaricié su mejilla, su frente.
De repente, se levantó, y tan de repente que me dio un golpe con su brazo de hierro en el estómago.
Dios, realmente me a hecho daño. Mucho. Me hormigueaba toda la parte dañada, y seguro que me saldría un cardenal de los gordos.
-¡Lo siento, lo siento, lo siento!, ¡¡Perdón!!_las palabras le salían a borbotones.
-Dios, me has matado, eres un bruto._de verdad que me dolía a reventar_ me va a salir un cardenal terrible._concluí.
-Lo siento de veras._dijo con los ojos descompuestos.
-Haber...déjame mirar._esto lo hacia mientras me levantaba la camiseta y me quedaba pálida. ¡¿Está loco?! Pero si lo tengo muy arriba. Demasiado. Dios mio. ¿Qué sujetador me he puesto esta mañana?
No respondí por miedo a que no saliera algo parecido a una palabra. Eric examinaba cada milímetro de mi piel, con sus dedos. Madre mía. Que no se me ponga la piel de gallina, que no se me ponga la piel de gallina...Si me descontrolaba y me ponía nerviosa, cuando Eric me rozaba por casualidad cuando pasaba por mi lado, entonces con esto...
Por un momento, sólo por un momento, me imagine como sería estar en los brazos de Eric.
-¡Es terrible! Te he dejado un moretón._estaba espantado. Ni que hubiera cometido un crimen.
Mire la parte de mi cuerpo dañada y el rostro de Eric que miraba con preocupación.
-Esta morado._dije con una mueca de dolor.
-Voy a llamar a la azafata para que te traiga algo._dijo con la mano apoyada en mi barriga todavía.
-No Eric, no es nada enserio, ya no me duele, he tenido golpes peores._le agarré del brazo. Lo último que quería es que viniera una persona a quitarme más tiempo del que disponía con él.
-¿Seguro...?
-Si, y déjame echarme la camiseta hacía a bajo si no quieres que me resfríe también por tu culpa._que mala puedo ser en algunas ocasiones.
-Vale, vale, no quiero que me denuncie la pasma._dijo arremangandose su sudadera.
Esta vez apoyé mi cabeza en la ventana y cerré los ojos, esperando que se calmara un poco más el dolor.
Estaba conciliando el sueño cuando algo me tocó el hombro.
Entrecerré los ojos y con un movimiento de barbilla le dije que quería.
-Lo siento._dijo otra vez de nuevo, mirando hacia la ventana.
-Te he dicho ya que te he perdonado, no me molesta de verdad._bostecé como una maleducada.
-No es por eso, bueno si, también es por eso, pero..._le interrumpí, y esta vez estaba más atenta._
-Ve al grano.
-Pues ya sabes... que me quedé dormido... y te molestaría._dijo y estaba colorado. Que monada.
Al comprender de que hablaba yo también me puse un poco avergonzada... y la verdad es que si se levantó así de bruscamente fue por mi indebido tacto en su cara.
-Pues claro que no me molestó tonto._dije con una gran sonrisa.
Me la correspondió con otra deslumbrante.
-Vamos a dormir anda._el plural que utilicé me gusto más de lo normal.
-Yo no quiero dormir, me apetece hacer otras cosas._dijo con tono seductor, lo pretendiese o no. Y yo ya me estaba empezando a poner nerviosa.
-Si no quieres dormir...entonces ¿qué quieres hacer?._dije curiosa.
-Bueno, no sé nada de ti, así que cuentame que te gusta hacer, que odias, tus aficiones.
Era algo normal que me preguntara eso, ya que hablabamos en contadas ocasiones y que yo me supiera cada una de sus aficiones, no quiere decir que el sepa las mías también.
-Pues... me gusta pintar, ir a la playa, escuchar música, hacer deporte, leer, ser feliz y me gustan las gárgolas.
-¿La gárgolas?_dijo con ojos los ojos en blanco.
-Si, me gustan que los monstruos sean más pequeños que yo.
-Hombre visto desde ese modo._dijo riendose en voz alta.
Le tapé la boca enseguida.
-Sh, cállate si no quieres despertar a los demás._dije bajito.
-Vale, vale._dijo cogiendome el brazo y quitándolo de su boca.
-¿Y que es lo que odias?_susurró.
-Bueno principalmente...la gente que te sonríe y piensa que eres una gilipollas.
En ese instante volvió a romper en una carcajada.
-Eh, eh tranquila, que yo no pienso que tu seas gilipollas, que conste._dijo sonriendo con los labios pegados. Cuando sonreía de esa manera, que muy pocas veces lo hacía, parecía aparentar ser más maduro, incluso tener más edad que yo, cuando, teníamos la misma.
-¿Y que más, y que más?_dijo intrigado.
-Pues...odio que una chica tenga novio y ella sea más alta que el.
Se quedó un rato pensando y yo hice otro tanto. Eric me sacaba dos cabezas, así que no había problema.
Mire hacía otro lado, vergonzosa por ese pensamiento que acababa de pasar por mi mente. Al cabo de un rato miré hacia su lado y pude comprobar que no me quitaba la vista de encima.
-¿En qué piensas?_dijo mirándome a los ojos.
No le respondí, simplemente me quedé estudiando sus ojos. Me sonrió, y esta vez hable yo.
-Lo dices todo con los ojos, ¿sabes?_aún no le aparté la mirada.
-Dime que dicen ahora._su rostro se volvió serio de repente y se acercó más. Nuestras caras estaban muy cerca, y me obligué a mi misma a retroceder hacia atrás si no quería desmayarme allí mismo.
Entonces se me vino esa frase a la cabeza. ''Si las miradas matasen...''.
No creo que maten, pero si que hacen otras cosas.
-Ahora te estás aguantando la risa._
-Muy receptiva._dijo de nuevo con tono seductor. No creo que lo hiciese a cosa hecha, pero la verdad, es que me pongo enferma cuando habla con ese tono de voz.
-¿Y de qué te ríes si puede saberse?_dije enarcando una ceja.
-Ahora mismo de tu cara._dijo sonriendo.
-Idiota..._
-Enserio, Evelyn, eres distinta. Contigo puedo ser yo, sin ataduras, de forma natural._dijo con una sonrisa pintada tanto en su boca, como en sus ojos. Me dio miedo a creerme la típica frase de película americana.
-Es raro. A mi también me pasa cuando estoy contigo. En muy poco tiempo, me has dado mucha confianza. Y eso es extraño... en mi.
Las horas pasaban como minutos a su lado. No parabamos de hablar, de reír, de susurrar, de disfrutar en silencio. Mientras que todos a nuestro alrededor dormían.
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