Introducción.

Una adolescente enamorada como otra cualquiera. Un instituto en el que tener un buen coche se basa en un 50% de tu posición social. Un chico que no se a encontrado a si mismo. Un amor intenso, pasional, real, fresco. Una historia de amor que te cautivará, en la que tú puedes ser perfectamente la protagonista.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Capítulo 21.

Corría con todo lo que podía, pero era más rápido.
La pierna y mis fuerzas, ya agotadas, me impedían correr más de lo que podía.
Entonces se abalanzó hacía mi, e hizo que ambos acabaramos en el  suelo rodando.
Luché, patalee, di golpes a todo.
-Sh, sh. No voy a hacerte daño._dijo una voz femenina.
No sabía quien era, pero de repente, una plenitud hizo que naciera dentro de mi. Cogí aire aliviada.
Intenté hablar, pero no me salió nada. Mi respiración era irregular, y no paraba de jadear a causa de la repentina carrera.
-Escúchame, tienes que irte de aquí. Rápido. Toma este dinero, te valdrá para un taxi._no le pude ver el rostro con claridad, pero era muy guapa, a pesar de sus ropas andrajosas, y su mal olor.
No me salían las palabras, ni las emociones, así que simplemente le abrace. Sólo sabía que esa desconocida me había dado la alegría más grande de mi vida. Creía que me iba a matar, y en cambio quiere ayudarme.
Esa desconocida acababa de salvarme la vida. No lo olvidaría nunca.
-Gracias._dijo con los ojos empañados en lágrimas.
-Tienes que irte. No le digas nada a nadie, es muy importante que no digas nada, ¿me oyes?._dijo mientras se deshacía de mi abrazo y se ponía de pie.
Asentí con la cabeza. La mirada segura, y seria de esa chica y sus palabras hicieron mella en mi.
Se veía inteligente, y al mismo tiempo indecisa e inocente, pero muy segura de si misma.
-¿Como te llamas?_quise saber.
-No te lo puedo decir. Tienes que irte ya._dijo aproximándose a la carretera.
Yo la seguía en silencio. Sin hacer preguntas. Cojeando, dado que mi pierna se encontraba cada vez en peor estado.
No tenía muchas esperanzas de que un taxi apareciera de la nada, y menos en un  lugar como este, pero después de unos minutos apareció uno.
-Adiós._dijo dando un pequeño achuchón a mi mano. Mire sus ojos castaños, y de repente me acordé de alguien .
-Muchísimas gracias._dije subiendo al taxi.
Cuando me quise girar, para verla por última vez, ya había desaparecido.
¿Qué haría esa chica, sola, en mitad de la nada?, y sobre todo ¿de qué conoce Leo a ese tipo?
Demasiadas preguntas y muy pocas respuestas.
Agotada por el cansancio, y con mis párpados a punto de cerrarse, el taxista me despertó.
-Ya hemos llegado señorita._
-Oh...gracias._dije aturdida, mientras le pagaba su servicio.
¿Y ahora que haría?, ¿qué se supone que le iba a decir a mi madre...? si es que no estaba histérica llamando a la policía.
Mis sospechas se confirmaron cuando vi que en mi casa, había un coche de la patrulla.
Maldición.
Entre por la parte trasera, utilizando la llave de una maceta que había en el jardín.
Mis intentos fueron en vano. Balto se abalanzó a mi, y se puso a ladrar.
-Shhh, ¡Balto, silencio!_
-¿Quién anda ahí?_grito mi padre muy peliculero.
Mi padre. Mi papá. De repente me entraron unas ganas enormes de correr hacía su lado y abrazarle.
Y así hice.
-¡Papá!_grité con los ojos llenos de lágrimas. Lo que tuviera que venir después no importaba.
Lo importante es que  iba a morir, y ahora estoy sana y salva, con toda mi familia, cuando creía que no les volvería a ver jamás.
-¡Lisa, cariño, Evelyn está aquí!_dijo gritando sobre mi cabeza.
Igualmente me dejo sorda.
-¿Dónde has estado?, nos tenías preocupadísimos, no vuelvas a hacerlo jamás._dijo al oído.
Mi madre estuvo a punto de matarse bajando las escaleras.
-¡Mi niña!, ¡mi niña esta aquí!_gritó entre lágrimas. Abrazándome y dándome besos en todas partes
-¿Qué te ha pasado? ¡estás herida!_
De repente se me ocurrió una idea. No quería mentir a mis padres, pero la mirada de esa chica y su seguridad me impulsaron a hacerlo.
-Veréis... el otro día me encontré con una amiga del colegio, y hacía muchísimo que no nos veíamos. Me invitó a su casa y me caí de las escaleras, rompiendo una cristalera._no me creía ni lo que estaba diciendo, asi que ,¿cómo me iban a creer ellos?
-Se me olvidó llamaros al móvil_añadí rápidamente. Me daba miedo mirarles, seguro que no se creería ni una sola palabra.
-Bueno, ya hablaremos mañana jovencita. Antes de nada voy a curarte esas heridas._dijo mi padre.
Suspiré aliviada.
-¡La policía te estaba buscando Evelyn, teníamos mucho miedo!_dijo mientras cogía el teléfono, temblando, seguramente para decirles que ya estaba bien.
-Papá, no hace falta._no me dio tiempo a terminar la frase cuando estaba en sus brazos.
No respondió nada. Me acurruqué en su pecho.
-¿Y Dexter?_me acordé de repente.
-Tu madre está llamando a tu hermano para avisarle de que estás aquí. Lleva todo el día con Carla y Eric buscándote por la ciudad._
Eric. Estoy segura de que a Eric no le podría mentir.
-Lo siento mucho._dije.
-No pasa nada, pero por favor, no lo vuelvas a hacer. ¡Para eso tienes el móvil!_
-Si, lo sé._dije quejándome al final, cuando mi padre se dispuso a limpiar la herida.
Al final acabé con una pierna vendada, y la otra inmóvil hasta apróximadamente 5 días.
-¡Menudo golpe te has dado!, que patosa eres hija._dijo despeinándome el pelo.
Le saqué la lengua y le besé sonoramente en su mejilla izquierda.
-Estos días no te podrás mover Evelyn, tienes que prómetermelo. Sé que eres una tozuda, y que no aguantarás ni dos días en reposo, pero si quieres curarte bien, tendrás que aguantar._dijo ahora, preocupado de verdad. Y en realidad, se preocupaba con motivos, porque no podría estar tanto tiempo encerrada.
-¡Señor, si señor!_dije como un buen soldado del ejército.
Me llevó a mi cuarto, después de que mi madre me ayudara a ducharme y a ponerme ropas limpias.
Mi padre me colocó suavemente sobre mi cama. Ahora el dolor se multiplicó por cien. Hice una mueca.
-¡Quiero ver a mis amigos, mamá! ¡y a Dexter!_
-Eso será mañana, ahora tienes que descansar._dijo dándome nuevos besos en mis muñecas.
-Mi niña..._dijo enjugándose las lágrimas.
-Mamá no me hagas llorar a mi también, ¿quieres?_
-Te quiero, cielo._dijo tapándome hasta el cuello.
-Os quiero. Muchísimo. Nunca lo olvidéis._dije mirando a esas dos personas que tanto amaba.
Saber que jamás les volvería  a ver hizo que les quisiera aún más. A ellos. A todos.
En cuanto cerré los ojos, caí rendida por el cansancio.
A la mañana siguiente me desperté aún más dolorida, y con un dolor de cabeza horrible.
Abrí los ojos muy lentamente, dado que la luz de la ventana me cegaba.
Intenté ponerme en pie, pero fue imposible. Mis piernas estaban totalmente agarrotadas.
Entonces la puerta se movió lentamente.
Era Dexter. Mi rostro se iluminó al verle.
-Creía que estabas dormida._dijo sonriente, y sentándose en el borde de mi cama.
-Me acabo de despertar._
Me estaba incorporando en la cama, pero cualquier movimiento que hacía por pequeño que fuera, me hacía gemir de dolor.
-¡No te menees!_dijo poniendo un cojín detrás de mi espalda.
-¿Te duele mucho?_dijo algo preocupado. Muy extraño en Dexter.
-No._mentí.
-Sí, ya..._dijo elevando su mirada hacía el infinito.
-Dexter...¿dónde está Eric?_dije preocupada.
-Se fue a dormir. Llevabamos buscándote todo el día. Cuando mamá nos llamó, quería venir enseguida a verte, pero yo el dije que no._dijo con una sonrisa al final.
-¿¡Cómo?!, ¿por qué le dijiste que no?_dije enfadada.
-Tenía que descansar, Evelyn, al igual que Carla._
-Soy una egoísta._dije en un susurro inaudible.
-No seas tonta. Es normal que le quieras ver. ¿Le llamo ahora?_dijo acariciando mi mejilla, y poniéndose de pie.
-Sí por favor.
Salió de la habitación en seguida y me dejó ahí, con mis pensamientos.
Con un ser egoísta. Ahora que me paso eso, no quería perder a Eric, ni a nadie. No quería que estuvieran alejados de mi.
En cuanto a Leo... no sabía lo que pensar de ese gusano. Hay una cosa que no todos saben, y que las chicas fingimos muchas cosas. ¿A qué me refiero? Muy sencillo. Fingimos ser fuertes, de piedra, que nada nos importa, que podemos superarlo todo. Y no es cierto. No somos débiles, somos frágiles.
Y yo  sólo quería devolver el dolor. Hacer daño. Pero, de todas formas, ¿qué iba a conseguir con eso?
La respuesta es sencilla: nada.
Escuché el timbre de casa, y eso golpeo mi corazón como un martillo.
Debo de tener un aspecto horrible y demacrado.
Hago un intento, por alisar la caótica maraña que era mi pelo en estos momentos, cuando entra por la puerta.
Y ahora es cuando me doy cuenta de todo lo mucho que le quiero.
Creer que no el volvería a ver jamás... y pensar que en ese estúpido sms no le dije te quiero al final...
-Os dejo solos..._dijo Dexter cerrando la puerta.
Su torturada mirada azul provocó estragos en mi rítmo cardíaco.
-Creía que te había perdido para siempre._dijo sentándose al lado de mi cama, en el suelo, de manera que nuestros rostros quedaban muy cerca. Demasiado.
Intenté contenerme, pero antes de que me diera cuenta, se desbordaron mis lágrimas.
¿Cómo me podían quedar reserva todavía? estos días sólo hacía llorar y llorar.
Me secó una de ellas, con su suave dedo pulgar.
-No te vayas nunca Evelyn. Sin ti no podría sobrevivir._me dijo con voz aterciopelada.
Es lo más bonito que me habían dicho jamás.
Me acerqué a el, haciendo más pequeña la distancia entre nuestras bocas.
Entonces, con el más delicado movimiento, su labio rozó el mio. No se hasta donde quería llegar, pero esta claro que yo quería llegar más lejos.
Le tiré de su camiseta, haciendo que se levantará y su cuerpo quedara pegado al mio, así, como una sola persona.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Capítulo 20.

¿Y ahora qué?
Por un momento pensé en que esto no estaba pasando de verdad, pero no. Sentía la fuerza de las cuerdas atadas en las manos y los pies. Tenía las muñecas rojas, y no paraba de llorar.
Ahora descubrí lo que era el miedo de veras.
-¡Cállate ya!_dijo molesto, por mis sollozos.
-¿Qué has echo con la hermana de Leo?_dije sin atreverme a preguntar que sería de mi.
Soltó una fuerte carcajada. Eso hizo que me infundiera más miedo.
-¡Tu amigo es tonto!, no sabe que voy a hacer lo mismo contigo que con su hermana. A todos les engaño por igual._
-¿Qué...?_dije en un susurro, más asqueada todavía del monstruo que tenía delante.
-Cuando me desaga de ti, repitire el mismo proceso que con tu amigo. Contactaré con tu madre, o con tu novio, y le diré que traiga a una chica._dijo sin apartar la vista de mi.
-Eres asqueroso..._dije rechinando los dientes, con repugnancia, con odio hacía el ser que tenía delante.
-Es lo más bonito que me han dicho nunca._dijo acercándose a mi.
-Tú, tú eres distinta, contigo voy a querer más._dijo pasando su lengua por mi brazo.
-Ni lo sueñes._dije haciendo un movimiento brusco, apartándome hacía un lado.
-¡Zorr*...!_dijo gritándome y acercando su cara a la suya.
Le escupí.
Gritó más fuerte todavía.
-¡¿Qué te has creído?!_me golpea en mi mejilla izquierda. Aullo de dolor.
El no hace otra cosa que mirarme y sonreír, le gustaba verme sufrir.
-Estás loco..._
El odio que sentía ahora mismo era inmenso. Pero Leo... no me puedo creer que me haya echo esto.
Tendría que haberlo hablado, no sé. Tendría que haberlo echo bien.
Quería recuperar a su hermana... y me a utilizado a mi. Y bueno su hermana esta...muerta...y yo...
Intenté pensar en lo poco que nos enseñaron de autodefensa. ¿A quién voy a engañar? no tenía ninguna probabilidad de salir de ahí.
Tengo el móvil en el bolsillo. Rezo para que no suene, ya que no lo tenía en silencio.
Ahora estaba bebiendo, y mira hacía al frente.
Es gracioso cuando piensas que estas existen cosas que  nunca te podrán pasar a ti, que cuando lo ves en las noticias, dices: probrecita...
Pero yo no sabía nada. Me a traicionado mi mejor amigo.
Y al igual que las cosas que creemos que nunca nos van a pasar, nos pasan, y son lo mejor del mundo, las malas también ocurren.
¿Pero esto? Esto ya era demasiado.
Ahora que era feliz, ahora que no podía pedir más. No podía hacer otra cosa que llorar en silencio. Y darle las gracias, porque estaba tardando demasiado en matarme, o lo que sea que fuera lo que me iba a hacer.
Había un gran reloj en la pared. Eran las tres y media.
Y pensar que nunca más volvería a ver a Eric... que nunca le he dicho te quiero.
Que no veré jamás a mi padre, ni a Dexter, ni a mi hermana.
¿Qué pensaría Eric?
Supongo que cuando pegue en mi casa, y no este pesará de todo menos que mi mejor amigo me racta y me deja con un asesino.
Estaba muerta de hambre, y muy cansada.
Pero lo último que iba a hacer era dormir.
No hacía otra cosa que mirar hacia todos  lados, en busca de alguna salida: la habitación tenía 2 ventanas, y no tenían rejas. Había una chimenea, una cama y una pequeña nevera.
-Ven guapa..._dijo, aunque a duras penas le podía entender. Estaba borracho.
Se acerca a mi, y me quita las cuerdas.
Vuelvo la cara hacía el lado contrario, mientras me desata los pies.
-Desnúdate._dijo mientra me lamia como una vaca asquerosa.
Fuerte, rápido, bruto.
En ese momento se me vino la imagen  de Eric. Nuestro primer beso. La suavidad con la que me trataba, la fragilidad y el cariño que tenía conmigo.
Ahora era distinto.
-¿Quieres pasarlo mal, no? Bien. Como quieras._dijo soltando una estrepitosa carcajada, que hizo que se me erizaran los pelo de la nuca.
Tenía que intentarlo.
Me levante corriendo y huí hacía la puerta.
Maldita sea. Estaba cerrada.
-¡Pero bueno! ¿te crees que soy tonto, monada?_dijo cogiéndome del brazo y golpeándome contra la pared.
Estuve a punto de perder el conocimiento.
Que ilusa soy. Eso es lo primero que habría echo.
De repente suena el móvil.
No. Seguro que era Eric.
-Dame eso._dijo apretándome nuevamente del brazo, y sonriendo.
Mi asesino disfrutaba con ese momento.
Iba a hacer cualquier cosa.
Se empieza a bajar los pantalones.
¡¿Qué?!...antes prefiero la muerte.
Entonces pense una cosa.
Era la última salida que vi. Era eso, o anda. Tenía que intentarlo. Fingí no haber visto nada, y me quede mirándole.
Una mirada de odio, asco.
A saber a cuantas chicas a matado, y en fin más cosas.
Esto no era una película, no iba a venir nadie a salvarme.
Me acerque a el. Saque valor de donde pude, y me quite la parte de arriba de la camiseta.
Sólo llevaba una camiseta fina, blanca, y tenía frío.
Se acerca a mi, y me toma con agonía.
Aprovecho, que le tengo delante y le presiono un ojo, fuerte, haciéndole daño, aprovechando que estaba débil y borracho, saqué las fuerzas de donde pude.
Le arañe toda la cara, me levanto jadeando del suelo, y me apresuro en coger la botella que había visto antes, para intentar escapar por la ventana.
Con las manos temblorosas, empuño la botella con las dos manos, y logró romper el cristal.
Pero el era más rápido. Salto por la ventana, y grito de dolor.
Miles de diminutos cristales rasgaron mi cuerpo, y estaba perdiendo mucha sangre en la pierna derecha.
Entonces veo que tengo un cristal clavado en la muñeca. Sale demasiada sangre. La camiseta blanca, se volvió roja.
Corro lo más deprisa posible. Apenas puedo correr, creo que también tenía otro cristal en el tobillo.
Entonces escucho pasos detrás de mi. Más largos, más expertos.
Todavía no había conseguido escapar.