Introducción.

Una adolescente enamorada como otra cualquiera. Un instituto en el que tener un buen coche se basa en un 50% de tu posición social. Un chico que no se a encontrado a si mismo. Un amor intenso, pasional, real, fresco. Una historia de amor que te cautivará, en la que tú puedes ser perfectamente la protagonista.

martes, 27 de diciembre de 2011

Capítulo 23.

Un odio se apoderó de mi de forma inmediata. Una vez leí que odiar no servía de nada. La verdad, tiene razón. Por lo general no suelo ser rencorosa, pero las diapositivas que estaban pasando por mi mente ahora mismo, relacionadas con el día anterior hacía que un odio brotara de mi interior. Odio. Asco. Traición. Traicionada por mi mejor amigo. Humillada.
¿Encima tenía la cara dura de venir a mi casa?, ¿acaso no le daría vergüenza mirar a mi madre a los ojos?
No quería verle. No quería que pisara mi casa. No iba a aguantar poder verle sin escupirle en la cara. Mi madre y Eric se marcharon charlando animadamente. Eric me miró, extrañado, con miles de interrogantes en sus ojos por mi repentino cambio de humor. Supongo que mi cara sería un poema.
Me guardé todo ese odio para mi.
Escuché los pasos que se acercaban desde mi habitación.
A continuación, un golpe de nudillos, que golpeó mi corazón también.
La puerta se fue abriendo lentamente, dado a que yo no articulé palabra alguna.
Y ahí estaba el. Su rostro era la imagen del cansancio.
-¿Qué haces... aquí?_la voz se me quebró en la última palabra, y unas lágrimas amenazaron por salir.
Las dejé. Tuvieron permiso para que resvalaran por mis mejillas. De todos modos, ¿cuánto tiempo más tardaría en guardarme todo aquello?
Leo se acercó, estuvo a puntó de secar mis lágrimas cuando le quite la mano de un empujón.
-No te atrevas a tocarme._dije haciendo que mi voz sonara con más fuerza.
Vi en sus ojos, vi como le dolió eso.
-Evelyn...lo siento._dijo mirándome con sus torturados ojos. Por un momento, sólo por un momento, me dieron ganas de abrazarle. Me dieron ganas de consolar a mi amigo. A mi mejor amigo. Pero lo que me hizo no tenía perdón. No se podía arreglar con un 'lo siento'. No se podría arreglar con nada.
-De verdad, Leo_pronunciar su nombre hizo que se me encogiera el corazón.
-¿Enserio creías que convenir aquí era suficiente?, ¿qué lo arreglarías todo diciendo 'lo siento'? eso no funciona así Leo. Lo que me has echo no te lo voy a poder perdonar nunca._dije pronunciando la última palabra con mayor fuerza. Las lágrimas salían una detrás de otra. En estos momentos me gustaría estar sentada en la orilla. En la arena. Me gustaría que estuviera lloviendo, que las lágrimas del cielo se fundieran con las mías.
-Por favor...déjame que te lo explique todo._dijo en un susurro. Vi como una lágrima recorría su mejilla izquierda.
-¿Acaso lo que me has echo tiene explicación...?_dije riéndome como una histérica. Le tenía en frente, decía cosas, palabras, decía demasiado pero todo aquello era igual a nada. Ese demasiado igual a nada.
-La tiene. No sabes nada de mi, Evelyn. Tú ni nadie sabe nada de por que mi familia y yo vivimos aquí.
Me quedé callada escuchando. ¿Qué iba a hacer si no? Prosiguió.
-Todo empezó cuando yo tenía diez años. Hubo una noche en que mi vida cambió para siempre.
Yo estaba dormido, pero de repente escuché unos chillidos, unos gritos de socorro. Era mi madre.
Mi padre sabía que algún día tendrían que llegar, que algún día nos encontrarían._hizo una pausa, y me miró. No se que cara tendría, porque preguntó:
-¿Estás bien?_
Asentí. Le levanté la barbilla para que siguiera con su historia. No entendía absolutamente nada.
-En toda esta zona existen muy pocas familias...que, bueno, que trafican._dijo tomando el aire.
-¿Cómo?_
-Sí. Con droga. La mayoría de esas familias buscan tener un negocio, como una frutería o una librería, para ocultarse y así no ser descubiertas.
-Eso...eso es horrible. ¿Por qué hacéis eso?_dije en un susurro.
-Lo es. No te lo niego. Pero yo no elegí esto, Evelyn. Ni yo ni mi familia.
Todos mis antepasados llevaban este negocio. Y ahora el sucesor es mi padre...y después de mi padre...después lo seré yo._dijo pronunciando las últimas palabras más lentamente, como si se intentara convencer el mismo de lo que decía.
No pude articular palabra alguna. El me miraba con una seria preocupación, pero siguió hablando.
-No sabes lo que es tener que mudarte cada seis meses. Cuando hacía amigos, me habituaba al colegio y me acostumbraba a vivir en ese lugar nos teníamos que mudar. Yo no entendía nada, mis padres decían que eran por su trabajo.
Siempre le oía discutir por las noches. Escuchaba como hablaban de dinero, y como algunas veces susurraban, hablando por teléfono.
-Lo siento..._dije. Estaba enfadada con el, y le odiaba. Pero no me podía hacer una idea de lo que había sufrido Leo.
-No tienes porque sentir nada._dijo encogiéndose de hombros.
-Soy yo el que lo siente. ¿Quieres que continue?
-Si, por favor._dije apoyándome en un cojín de la espalda.
-Como te conté al principio, hubo una noche en lo que lo descubrí todo. Mi familia no consiguió pagar a tiempo una de las mercancías más grandes que le dieron, y éstos amenazaron a mi padre con volver.
Esa mafia desapareció durante mucho tiempo, dado que la policía les descubrió en una de sus descargas en Inglaterra.
Mi padre estaba tranquilo. Cuando la gente empezaba a sospechar de nosotros nos mudábamos. Hasta que esa noche, regresaron. Destruyendólo todo. Todo lo que mi madre y mi padre habían conseguido en mucho tiempo.
Pero lo peor de todo...es que se llevaron a ella...a mi hermana menor... a Erika._susurró su nombre entre dientes, apretando sus dedos en un puño. Las venas de su cuello se tensaron. Nunca había visto a Leo así.
-Como mi padre no tenía el dinero que en su día reclamaron, Meberak y sus hombres se la llevaron como trofeo. Nunca olvidaré ese día. Ese viejo dijo todo lo que le haría a mi hermana_dijo entre dientes.
-La vendería. En Rusia. Jamás la volveríamos a ver. Nunca.
-Lo siento muchísimo, Leo._dije entre nuevas lágrimas.
-Desde ese día no quise saber nada más de mis padres, por su culpa jamás volvería a ver a Erika, y cuando descubrí a lo que se dedicaban... _dijo mirando por la ventana de mi cuarto.
-Me da vergüenza confesarlo, pero intenté suicidarme. No quería ser un monstruo como ellos. No quería permanecer a esa familia. Me daban asco. Me repugnaba que mi sangre tuviera algo que ver con la suya.
Me marché de casa con diez años, desafiándoles. Mi madre me pidió,... me suplicó que no me fuera de su lado. Mi padre hizo otro tanto. No podrían soportar perderme a mi también.
Esa misma tarde, cuando subía a lo alto de un acantilado, dispuesto a tirarme a sus empinadas rocas del fondo, pensé en todo. Pensé en que hacía aquí, en por que había tenido que nacer algún día. Pensé en que mi vida era una jodida mentira. Pero luego pensé en ella. Pensé en que Erika. Pensé en que ella sería mi única esperanza._dijo entre lágrimas.
-Dame un abrazo por favor._dije con el corazón en un puño. ¿Y qué más daba todo?
Quería abrazarle. Quería ayudarle.
El se acercó a mi y me rodeo entre sus brazos suavemente.
-Sabía que te podría contar esto a ti, Evelyn. Lo sabía._dijo, con sus palabras retunbándome en mi oído.
Se separó de mi lentamente.
-Lo único que me hacía levantarme cada mañana, y afrontar mi vida era la esperanza de que algún día encontraría a Erika. Viví en Italia durante cuatro años en casa de un anciano. Vivía sólo y el alquiler que pedía por su casa era mínimo.
No puedo concebir que exista una persona mejor que ese hombre. Ese señor, me pago los estudios, me ayudó a enfrentarme a mi vida. Me dijo que hiciera frente a la situación, que no fuera cobarde, después de todo eran mis padres.
Y yo pensaba todos los días en mi madre...en que ella estaba sola. En lo mucho que le echaba de menos. Unas navidades decidí regresar a casa.
Mis padres me recibieron y acogieron con el cariño más grande del mundo. Me lo explicaron todo.
Entonces lo entendí. Nos volvimos a mudar, y actualmente vivimos aquí desde hace un año.
Un día recebí una llamada, un hombre que me dijo que tenía a mi hermana. Lo único que tenía que hacer era llevar a una chica. Yo no pensaba muy cuerdamente. No le pedí ayuda a nadie, por temor a que no me entregaran a Erika.
Y sólo en pensar en que volvería a verla... les hice caso y te pedí ayuda a ti...y entonces esos hijos de..._dijo mirándome tristemente. Era incapaz de continuar.
-Soy un monstruo._dijo hundiendo su cara entre sus dos manos.
-Ellos me prometieron, me juraron que no te harían nada...Y si... si tú no hubieras conseguido escapar, probablemente ahora estarías como Erika. Trabajando en un burdel... o...muerta._dijo en un susurro.
Era incapaz de articular palabra alguna. Hace unas semanas, mi vida era aburrida, monótona...¿ y ahora?
Sus ojos nuevamente se encontraron con los mios. Y como si de una foto se tratase, vi una imagen en mi cabeza.
Ella. Esa chica que me ayudó a escapar.
Sus mismos ojos, su sonrisa. Era igual que Leo. Tenía que ser ella. Erika.
De repente la vista se me nubló, veía dos Leos en vez de uno.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Capítulo 22.

Estaba tan cerca de mí que oía los latidos de su corazón. Su corazón y el mio, que parecían latir a la misma velocidad. Su perfume me tenía aturdida y cada vez más excitada. 
-Esto no está nada bien_me susurro al oído. Apartándose un poco, para no tocar mis piernas malheridas.
-¿Por qué?–respondí con otro susurro mientras le pasaba la mano por el pelo, ahciendo que se acercara más a mi.
Por un momento, sólo por un momento, me pregunté, me limite a pensar en sus palabras.
Me paré a pensar que mis padres  estaban justo debajo de mi, y con la habitación de mi hermano a 5 pasos.
¿Qué pasaría si Dexter entrara ahora?, y lo peor de todo. ¿Qué pasaría si mi madre entrara ahora?
Probablemente se desmayaría.
Me quedé tan sumergida en mis pensamientos, que cuando me quise dar cuenta, Eric estaba sentado nuevamente en el suelo, mirándome fijamente, todavía con la respiración agitada.
Un sonido estúpido salió de mi boca. A continuación una lluvia de carcajadas.
El me miró extrañado, pero al final acabó uniéndose a mis risas.
-Eres tonto_dije tocando su punta de la nariz con mi dedo índice. Un tenue rubor acompañó lo siguiente.
¿Qué había pasado? ,¿qué había sido de  Evelyn? probablemente, con dieciséis años, muchas chicas han vivido este tipo de experiencias, pero yo era muy nueva en esto.
Intenté apoyarme hacía el lado derecho de mi cama, que es donde estaba sentado.
Olvidé que tenía una pierna vendada, y con más rasguños que un cristo, y eso provocó una pequeña mueca.
No quería que se notara mucho. No quería aparentar ser más débil de lo que ya soy.
-¿Estás bien?_dijo levantándose rápidamente.
Me ha descubierto. Maldición. No aguantaría ni dos días aquí.
-No pasa nada. Es sólo esa estúpida herida..._
-Voy a llamar a tu padre._dijo encaminándose hacía la puerta de mi habitación.
-¡No!_grité. Y desee más que nunca correr hacía su lado y abrazarlo.
Ahora que lo tenía al lado, no quería que se marchara. Y menos sabiendo que pronto se tendría que ir.
Al parecer mi reacción le causó gracia.
-¿Te hace gracia que no quiera que te vayas?_
-No te enfades._dijo otra vez muy cerca de mi.
-Vale._dije mirándole a los ojos. El se limitaba a sonreír.
Nuevamente se acercó demasiado. Su mirada se desviaba a mis labios, me sentía estudiada.
Entonces, con sus ojos cerrados, dispuestos a que nuestros labios se fundieran en un nuevo beso, le aparté la cara infantilmente.
Le besé ligeramente el óvulo de su oreja.
-Tramposa._dijo frunciendo el ceño.
Le saqué la lengua.
La verdad, estaba algo avergonzado, se le notaba bastante. El no se ruborizaba, simplemente no era capaz de mirarme a los ojos.
-En el fondo te mueres por mi._dijo intentando suavizar el ambiente, e intentando no acordarse de que esta vez había ganado yo.
¡Y que verdad llevaban esas palabras! aunque no se las haría creer a la ligera. No. Yo no era de esas.
-Bueno..._dije buscando su mirada
-¿Bueno...?_dijo con esa mirada. Esa que desde tanto tiempo me tuvo enamorada. 
Me estaba doliendo la cabeza, creo que tenía algo de fiebre. Me destape las mantas que cubrían mis piernas,  dejando ver unos pantalones cortos del pijama y a continuación me quite el grueso suéter quedándome con una camiseta blanca, liviana de mangas cortas.
-Te ha entrado mucho calor de repente...¿no?_dijo levantando sus cejas.
-Quizás sea por la fiebre._dije encogiéndome de hombros. Divertida al ver su torturada mirada.
Le acababa de rechazar.
Realmente estaba nervioso. No paraba de tocarse la nuca, y de mirar a distintas direcciones.
Al final, su mirada acabó en mi pierna, y en unos bonitos cardenales, que cubría gran parte de mi muslo derecho.
-Yo no me creo eso Evelyn. Tarde o temprano tendrás que contarme que te pasó.
-Todavía no me has respondido._dijo añadiendo rápidamente.
-Que sí ... que me tienes loca, que cada vez que estás a mi lado me pones nerviosa, que me gustas, me gustas desde hace muchísimo y eso no va a cambiar._lo dije mirando al puente de su nariz. Sus ojos me desconcentrarian. Sólo faltaba un te quiero al final.
-Mmmm..._dijo con una sonrisa pintada en sus labios, y tumbándose al lado de mi cama, al parecer poniendo en practica lo que le acaba de decir.
Me volví a mirarle.
-¿Qué, no vas a decir nada?_dije mirándole muy seria.
-¿Qué te voy a decir que no sepas?_dijo rodeando los brazos alrededor de  mi cintura. Su súbita e inesperada cercanía de nuevo me sorprendió. El calor era mayor.
-Empieza por todo.
-Vamos a ver..._su hermosa voz resonaba en mi oído, y que su mano no se parara de mover por encima de mi camiseta, no ayudaba mucho.
-Para empezar, me has cambiado. Haces que me considere una mejor persona.
-Eres, una buena persona._dije interrumpiéndole.
-No es cierto, Evelyn._un escalofrío recorrío mi espalda al pronunciar mi nombre.
El se dio cuenta, me beso en la cabeza.
Me sonrojé un poquito. Suspiré aliviada, el no se daría cuenta.
-Y bueno... me vasto mirarte a los ojos para saber que tu eras distinta, que eres especial._
No sabía que decir. Sus palabras me tenían aturdidas. Una lágrima pugnó por salir, pero fui más rápida y me froté enseguida los ojos.
-Evelyn te..._hice que se separara inmediatamente de mi.
El se quedó desconcertado.
-Eric, viene alguien_le costó entenderlo, pero reaccionó y se puso inmediatamente en el suelo.
Tenía que ser justo en ese momento... tenía que interrumpir lo que sea que iba a decir.
La puerta se abrió bruscamente, sin llamar siquiera.
Era mi madre.
-¿Todavía estás aquí? Eric, Evelyn tiene que descansar._dijo mi madre con una mirada muy tierna.
Pero...¿por qué tiene ella que decidir por mi?
-Lo sé, Lisa, había venido a ver como estaba Evelyn._digo sonriéndonos a las dos.
-Ya me marcho._digo aproximandose a la puerta de mi habitación.
-¡No!, ¡no te vayas!_me quedé congelada. ¿Qué acababa de hacer?
Esto no podía durar más. Se lo tengo que decir a mi madre. De hoy no pasa.
-Mamá ven...siéntate a mi lado._así si te desmayas, no caerás al suelo de bruces, debería añadir.
-¿Qué pasa cariño?_dijo alterada.
Vale. Respira hondo Evelyn. Tú puedes hacerlo. Miré a Eric.
Tenía una cara de espanto...es ahora o nunca.
-Mami_mami sonaba mas cariñoso_ Eric y yo estamos juntos.
Me dio miedo su reacción. Se quedo en estado de shock.
Me miraba con ojos como platos, luego su vista se dirigió a Eric.
De repente se escuchó un sollozo.
-¿Enserio? Evelyn tú..._dijo abrazándome.
-Sí, mamá Eric y yo estamos juntos.
No decía nada.
-Mi niña..._musitó.
-Se esta haciendo mayor. Y encima al lado de un chico espectacular.
-Lisa yo..._dijo Eric acercándose a nosotras.
-Prometo que cuidaré de Evelyn.
-Lo sé, cariño. No me cabe ninguna duda. No sabéis lo feliz que soy._dijo mi madre abrazándonos a los dos.
Sonreí a Eric. Todo había salido bien. 
Bueno, no nos olvidemos de mi padre...pero de eso ya se encargaría mi madre.
Todo era perfecto en estos momentos. Lo que yo no sabía es lo que se avecinaba ahora.
-Evelyn, Leo a venido a ver como estás._mi felicidad se desvaneció en un suspiro.