Introducción.

Una adolescente enamorada como otra cualquiera. Un instituto en el que tener un buen coche se basa en un 50% de tu posición social. Un chico que no se a encontrado a si mismo. Un amor intenso, pasional, real, fresco. Una historia de amor que te cautivará, en la que tú puedes ser perfectamente la protagonista.

martes, 27 de diciembre de 2011

Capítulo 23.

Un odio se apoderó de mi de forma inmediata. Una vez leí que odiar no servía de nada. La verdad, tiene razón. Por lo general no suelo ser rencorosa, pero las diapositivas que estaban pasando por mi mente ahora mismo, relacionadas con el día anterior hacía que un odio brotara de mi interior. Odio. Asco. Traición. Traicionada por mi mejor amigo. Humillada.
¿Encima tenía la cara dura de venir a mi casa?, ¿acaso no le daría vergüenza mirar a mi madre a los ojos?
No quería verle. No quería que pisara mi casa. No iba a aguantar poder verle sin escupirle en la cara. Mi madre y Eric se marcharon charlando animadamente. Eric me miró, extrañado, con miles de interrogantes en sus ojos por mi repentino cambio de humor. Supongo que mi cara sería un poema.
Me guardé todo ese odio para mi.
Escuché los pasos que se acercaban desde mi habitación.
A continuación, un golpe de nudillos, que golpeó mi corazón también.
La puerta se fue abriendo lentamente, dado a que yo no articulé palabra alguna.
Y ahí estaba el. Su rostro era la imagen del cansancio.
-¿Qué haces... aquí?_la voz se me quebró en la última palabra, y unas lágrimas amenazaron por salir.
Las dejé. Tuvieron permiso para que resvalaran por mis mejillas. De todos modos, ¿cuánto tiempo más tardaría en guardarme todo aquello?
Leo se acercó, estuvo a puntó de secar mis lágrimas cuando le quite la mano de un empujón.
-No te atrevas a tocarme._dije haciendo que mi voz sonara con más fuerza.
Vi en sus ojos, vi como le dolió eso.
-Evelyn...lo siento._dijo mirándome con sus torturados ojos. Por un momento, sólo por un momento, me dieron ganas de abrazarle. Me dieron ganas de consolar a mi amigo. A mi mejor amigo. Pero lo que me hizo no tenía perdón. No se podía arreglar con un 'lo siento'. No se podría arreglar con nada.
-De verdad, Leo_pronunciar su nombre hizo que se me encogiera el corazón.
-¿Enserio creías que convenir aquí era suficiente?, ¿qué lo arreglarías todo diciendo 'lo siento'? eso no funciona así Leo. Lo que me has echo no te lo voy a poder perdonar nunca._dije pronunciando la última palabra con mayor fuerza. Las lágrimas salían una detrás de otra. En estos momentos me gustaría estar sentada en la orilla. En la arena. Me gustaría que estuviera lloviendo, que las lágrimas del cielo se fundieran con las mías.
-Por favor...déjame que te lo explique todo._dijo en un susurro. Vi como una lágrima recorría su mejilla izquierda.
-¿Acaso lo que me has echo tiene explicación...?_dije riéndome como una histérica. Le tenía en frente, decía cosas, palabras, decía demasiado pero todo aquello era igual a nada. Ese demasiado igual a nada.
-La tiene. No sabes nada de mi, Evelyn. Tú ni nadie sabe nada de por que mi familia y yo vivimos aquí.
Me quedé callada escuchando. ¿Qué iba a hacer si no? Prosiguió.
-Todo empezó cuando yo tenía diez años. Hubo una noche en que mi vida cambió para siempre.
Yo estaba dormido, pero de repente escuché unos chillidos, unos gritos de socorro. Era mi madre.
Mi padre sabía que algún día tendrían que llegar, que algún día nos encontrarían._hizo una pausa, y me miró. No se que cara tendría, porque preguntó:
-¿Estás bien?_
Asentí. Le levanté la barbilla para que siguiera con su historia. No entendía absolutamente nada.
-En toda esta zona existen muy pocas familias...que, bueno, que trafican._dijo tomando el aire.
-¿Cómo?_
-Sí. Con droga. La mayoría de esas familias buscan tener un negocio, como una frutería o una librería, para ocultarse y así no ser descubiertas.
-Eso...eso es horrible. ¿Por qué hacéis eso?_dije en un susurro.
-Lo es. No te lo niego. Pero yo no elegí esto, Evelyn. Ni yo ni mi familia.
Todos mis antepasados llevaban este negocio. Y ahora el sucesor es mi padre...y después de mi padre...después lo seré yo._dijo pronunciando las últimas palabras más lentamente, como si se intentara convencer el mismo de lo que decía.
No pude articular palabra alguna. El me miraba con una seria preocupación, pero siguió hablando.
-No sabes lo que es tener que mudarte cada seis meses. Cuando hacía amigos, me habituaba al colegio y me acostumbraba a vivir en ese lugar nos teníamos que mudar. Yo no entendía nada, mis padres decían que eran por su trabajo.
Siempre le oía discutir por las noches. Escuchaba como hablaban de dinero, y como algunas veces susurraban, hablando por teléfono.
-Lo siento..._dije. Estaba enfadada con el, y le odiaba. Pero no me podía hacer una idea de lo que había sufrido Leo.
-No tienes porque sentir nada._dijo encogiéndose de hombros.
-Soy yo el que lo siente. ¿Quieres que continue?
-Si, por favor._dije apoyándome en un cojín de la espalda.
-Como te conté al principio, hubo una noche en lo que lo descubrí todo. Mi familia no consiguió pagar a tiempo una de las mercancías más grandes que le dieron, y éstos amenazaron a mi padre con volver.
Esa mafia desapareció durante mucho tiempo, dado que la policía les descubrió en una de sus descargas en Inglaterra.
Mi padre estaba tranquilo. Cuando la gente empezaba a sospechar de nosotros nos mudábamos. Hasta que esa noche, regresaron. Destruyendólo todo. Todo lo que mi madre y mi padre habían conseguido en mucho tiempo.
Pero lo peor de todo...es que se llevaron a ella...a mi hermana menor... a Erika._susurró su nombre entre dientes, apretando sus dedos en un puño. Las venas de su cuello se tensaron. Nunca había visto a Leo así.
-Como mi padre no tenía el dinero que en su día reclamaron, Meberak y sus hombres se la llevaron como trofeo. Nunca olvidaré ese día. Ese viejo dijo todo lo que le haría a mi hermana_dijo entre dientes.
-La vendería. En Rusia. Jamás la volveríamos a ver. Nunca.
-Lo siento muchísimo, Leo._dije entre nuevas lágrimas.
-Desde ese día no quise saber nada más de mis padres, por su culpa jamás volvería a ver a Erika, y cuando descubrí a lo que se dedicaban... _dijo mirando por la ventana de mi cuarto.
-Me da vergüenza confesarlo, pero intenté suicidarme. No quería ser un monstruo como ellos. No quería permanecer a esa familia. Me daban asco. Me repugnaba que mi sangre tuviera algo que ver con la suya.
Me marché de casa con diez años, desafiándoles. Mi madre me pidió,... me suplicó que no me fuera de su lado. Mi padre hizo otro tanto. No podrían soportar perderme a mi también.
Esa misma tarde, cuando subía a lo alto de un acantilado, dispuesto a tirarme a sus empinadas rocas del fondo, pensé en todo. Pensé en que hacía aquí, en por que había tenido que nacer algún día. Pensé en que mi vida era una jodida mentira. Pero luego pensé en ella. Pensé en que Erika. Pensé en que ella sería mi única esperanza._dijo entre lágrimas.
-Dame un abrazo por favor._dije con el corazón en un puño. ¿Y qué más daba todo?
Quería abrazarle. Quería ayudarle.
El se acercó a mi y me rodeo entre sus brazos suavemente.
-Sabía que te podría contar esto a ti, Evelyn. Lo sabía._dijo, con sus palabras retunbándome en mi oído.
Se separó de mi lentamente.
-Lo único que me hacía levantarme cada mañana, y afrontar mi vida era la esperanza de que algún día encontraría a Erika. Viví en Italia durante cuatro años en casa de un anciano. Vivía sólo y el alquiler que pedía por su casa era mínimo.
No puedo concebir que exista una persona mejor que ese hombre. Ese señor, me pago los estudios, me ayudó a enfrentarme a mi vida. Me dijo que hiciera frente a la situación, que no fuera cobarde, después de todo eran mis padres.
Y yo pensaba todos los días en mi madre...en que ella estaba sola. En lo mucho que le echaba de menos. Unas navidades decidí regresar a casa.
Mis padres me recibieron y acogieron con el cariño más grande del mundo. Me lo explicaron todo.
Entonces lo entendí. Nos volvimos a mudar, y actualmente vivimos aquí desde hace un año.
Un día recebí una llamada, un hombre que me dijo que tenía a mi hermana. Lo único que tenía que hacer era llevar a una chica. Yo no pensaba muy cuerdamente. No le pedí ayuda a nadie, por temor a que no me entregaran a Erika.
Y sólo en pensar en que volvería a verla... les hice caso y te pedí ayuda a ti...y entonces esos hijos de..._dijo mirándome tristemente. Era incapaz de continuar.
-Soy un monstruo._dijo hundiendo su cara entre sus dos manos.
-Ellos me prometieron, me juraron que no te harían nada...Y si... si tú no hubieras conseguido escapar, probablemente ahora estarías como Erika. Trabajando en un burdel... o...muerta._dijo en un susurro.
Era incapaz de articular palabra alguna. Hace unas semanas, mi vida era aburrida, monótona...¿ y ahora?
Sus ojos nuevamente se encontraron con los mios. Y como si de una foto se tratase, vi una imagen en mi cabeza.
Ella. Esa chica que me ayudó a escapar.
Sus mismos ojos, su sonrisa. Era igual que Leo. Tenía que ser ella. Erika.
De repente la vista se me nubló, veía dos Leos en vez de uno.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Capítulo 22.

Estaba tan cerca de mí que oía los latidos de su corazón. Su corazón y el mio, que parecían latir a la misma velocidad. Su perfume me tenía aturdida y cada vez más excitada. 
-Esto no está nada bien_me susurro al oído. Apartándose un poco, para no tocar mis piernas malheridas.
-¿Por qué?–respondí con otro susurro mientras le pasaba la mano por el pelo, ahciendo que se acercara más a mi.
Por un momento, sólo por un momento, me pregunté, me limite a pensar en sus palabras.
Me paré a pensar que mis padres  estaban justo debajo de mi, y con la habitación de mi hermano a 5 pasos.
¿Qué pasaría si Dexter entrara ahora?, y lo peor de todo. ¿Qué pasaría si mi madre entrara ahora?
Probablemente se desmayaría.
Me quedé tan sumergida en mis pensamientos, que cuando me quise dar cuenta, Eric estaba sentado nuevamente en el suelo, mirándome fijamente, todavía con la respiración agitada.
Un sonido estúpido salió de mi boca. A continuación una lluvia de carcajadas.
El me miró extrañado, pero al final acabó uniéndose a mis risas.
-Eres tonto_dije tocando su punta de la nariz con mi dedo índice. Un tenue rubor acompañó lo siguiente.
¿Qué había pasado? ,¿qué había sido de  Evelyn? probablemente, con dieciséis años, muchas chicas han vivido este tipo de experiencias, pero yo era muy nueva en esto.
Intenté apoyarme hacía el lado derecho de mi cama, que es donde estaba sentado.
Olvidé que tenía una pierna vendada, y con más rasguños que un cristo, y eso provocó una pequeña mueca.
No quería que se notara mucho. No quería aparentar ser más débil de lo que ya soy.
-¿Estás bien?_dijo levantándose rápidamente.
Me ha descubierto. Maldición. No aguantaría ni dos días aquí.
-No pasa nada. Es sólo esa estúpida herida..._
-Voy a llamar a tu padre._dijo encaminándose hacía la puerta de mi habitación.
-¡No!_grité. Y desee más que nunca correr hacía su lado y abrazarlo.
Ahora que lo tenía al lado, no quería que se marchara. Y menos sabiendo que pronto se tendría que ir.
Al parecer mi reacción le causó gracia.
-¿Te hace gracia que no quiera que te vayas?_
-No te enfades._dijo otra vez muy cerca de mi.
-Vale._dije mirándole a los ojos. El se limitaba a sonreír.
Nuevamente se acercó demasiado. Su mirada se desviaba a mis labios, me sentía estudiada.
Entonces, con sus ojos cerrados, dispuestos a que nuestros labios se fundieran en un nuevo beso, le aparté la cara infantilmente.
Le besé ligeramente el óvulo de su oreja.
-Tramposa._dijo frunciendo el ceño.
Le saqué la lengua.
La verdad, estaba algo avergonzado, se le notaba bastante. El no se ruborizaba, simplemente no era capaz de mirarme a los ojos.
-En el fondo te mueres por mi._dijo intentando suavizar el ambiente, e intentando no acordarse de que esta vez había ganado yo.
¡Y que verdad llevaban esas palabras! aunque no se las haría creer a la ligera. No. Yo no era de esas.
-Bueno..._dije buscando su mirada
-¿Bueno...?_dijo con esa mirada. Esa que desde tanto tiempo me tuvo enamorada. 
Me estaba doliendo la cabeza, creo que tenía algo de fiebre. Me destape las mantas que cubrían mis piernas,  dejando ver unos pantalones cortos del pijama y a continuación me quite el grueso suéter quedándome con una camiseta blanca, liviana de mangas cortas.
-Te ha entrado mucho calor de repente...¿no?_dijo levantando sus cejas.
-Quizás sea por la fiebre._dije encogiéndome de hombros. Divertida al ver su torturada mirada.
Le acababa de rechazar.
Realmente estaba nervioso. No paraba de tocarse la nuca, y de mirar a distintas direcciones.
Al final, su mirada acabó en mi pierna, y en unos bonitos cardenales, que cubría gran parte de mi muslo derecho.
-Yo no me creo eso Evelyn. Tarde o temprano tendrás que contarme que te pasó.
-Todavía no me has respondido._dijo añadiendo rápidamente.
-Que sí ... que me tienes loca, que cada vez que estás a mi lado me pones nerviosa, que me gustas, me gustas desde hace muchísimo y eso no va a cambiar._lo dije mirando al puente de su nariz. Sus ojos me desconcentrarian. Sólo faltaba un te quiero al final.
-Mmmm..._dijo con una sonrisa pintada en sus labios, y tumbándose al lado de mi cama, al parecer poniendo en practica lo que le acaba de decir.
Me volví a mirarle.
-¿Qué, no vas a decir nada?_dije mirándole muy seria.
-¿Qué te voy a decir que no sepas?_dijo rodeando los brazos alrededor de  mi cintura. Su súbita e inesperada cercanía de nuevo me sorprendió. El calor era mayor.
-Empieza por todo.
-Vamos a ver..._su hermosa voz resonaba en mi oído, y que su mano no se parara de mover por encima de mi camiseta, no ayudaba mucho.
-Para empezar, me has cambiado. Haces que me considere una mejor persona.
-Eres, una buena persona._dije interrumpiéndole.
-No es cierto, Evelyn._un escalofrío recorrío mi espalda al pronunciar mi nombre.
El se dio cuenta, me beso en la cabeza.
Me sonrojé un poquito. Suspiré aliviada, el no se daría cuenta.
-Y bueno... me vasto mirarte a los ojos para saber que tu eras distinta, que eres especial._
No sabía que decir. Sus palabras me tenían aturdidas. Una lágrima pugnó por salir, pero fui más rápida y me froté enseguida los ojos.
-Evelyn te..._hice que se separara inmediatamente de mi.
El se quedó desconcertado.
-Eric, viene alguien_le costó entenderlo, pero reaccionó y se puso inmediatamente en el suelo.
Tenía que ser justo en ese momento... tenía que interrumpir lo que sea que iba a decir.
La puerta se abrió bruscamente, sin llamar siquiera.
Era mi madre.
-¿Todavía estás aquí? Eric, Evelyn tiene que descansar._dijo mi madre con una mirada muy tierna.
Pero...¿por qué tiene ella que decidir por mi?
-Lo sé, Lisa, había venido a ver como estaba Evelyn._digo sonriéndonos a las dos.
-Ya me marcho._digo aproximandose a la puerta de mi habitación.
-¡No!, ¡no te vayas!_me quedé congelada. ¿Qué acababa de hacer?
Esto no podía durar más. Se lo tengo que decir a mi madre. De hoy no pasa.
-Mamá ven...siéntate a mi lado._así si te desmayas, no caerás al suelo de bruces, debería añadir.
-¿Qué pasa cariño?_dijo alterada.
Vale. Respira hondo Evelyn. Tú puedes hacerlo. Miré a Eric.
Tenía una cara de espanto...es ahora o nunca.
-Mami_mami sonaba mas cariñoso_ Eric y yo estamos juntos.
Me dio miedo su reacción. Se quedo en estado de shock.
Me miraba con ojos como platos, luego su vista se dirigió a Eric.
De repente se escuchó un sollozo.
-¿Enserio? Evelyn tú..._dijo abrazándome.
-Sí, mamá Eric y yo estamos juntos.
No decía nada.
-Mi niña..._musitó.
-Se esta haciendo mayor. Y encima al lado de un chico espectacular.
-Lisa yo..._dijo Eric acercándose a nosotras.
-Prometo que cuidaré de Evelyn.
-Lo sé, cariño. No me cabe ninguna duda. No sabéis lo feliz que soy._dijo mi madre abrazándonos a los dos.
Sonreí a Eric. Todo había salido bien. 
Bueno, no nos olvidemos de mi padre...pero de eso ya se encargaría mi madre.
Todo era perfecto en estos momentos. Lo que yo no sabía es lo que se avecinaba ahora.
-Evelyn, Leo a venido a ver como estás._mi felicidad se desvaneció en un suspiro.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Capítulo 21.

Corría con todo lo que podía, pero era más rápido.
La pierna y mis fuerzas, ya agotadas, me impedían correr más de lo que podía.
Entonces se abalanzó hacía mi, e hizo que ambos acabaramos en el  suelo rodando.
Luché, patalee, di golpes a todo.
-Sh, sh. No voy a hacerte daño._dijo una voz femenina.
No sabía quien era, pero de repente, una plenitud hizo que naciera dentro de mi. Cogí aire aliviada.
Intenté hablar, pero no me salió nada. Mi respiración era irregular, y no paraba de jadear a causa de la repentina carrera.
-Escúchame, tienes que irte de aquí. Rápido. Toma este dinero, te valdrá para un taxi._no le pude ver el rostro con claridad, pero era muy guapa, a pesar de sus ropas andrajosas, y su mal olor.
No me salían las palabras, ni las emociones, así que simplemente le abrace. Sólo sabía que esa desconocida me había dado la alegría más grande de mi vida. Creía que me iba a matar, y en cambio quiere ayudarme.
Esa desconocida acababa de salvarme la vida. No lo olvidaría nunca.
-Gracias._dijo con los ojos empañados en lágrimas.
-Tienes que irte. No le digas nada a nadie, es muy importante que no digas nada, ¿me oyes?._dijo mientras se deshacía de mi abrazo y se ponía de pie.
Asentí con la cabeza. La mirada segura, y seria de esa chica y sus palabras hicieron mella en mi.
Se veía inteligente, y al mismo tiempo indecisa e inocente, pero muy segura de si misma.
-¿Como te llamas?_quise saber.
-No te lo puedo decir. Tienes que irte ya._dijo aproximándose a la carretera.
Yo la seguía en silencio. Sin hacer preguntas. Cojeando, dado que mi pierna se encontraba cada vez en peor estado.
No tenía muchas esperanzas de que un taxi apareciera de la nada, y menos en un  lugar como este, pero después de unos minutos apareció uno.
-Adiós._dijo dando un pequeño achuchón a mi mano. Mire sus ojos castaños, y de repente me acordé de alguien .
-Muchísimas gracias._dije subiendo al taxi.
Cuando me quise girar, para verla por última vez, ya había desaparecido.
¿Qué haría esa chica, sola, en mitad de la nada?, y sobre todo ¿de qué conoce Leo a ese tipo?
Demasiadas preguntas y muy pocas respuestas.
Agotada por el cansancio, y con mis párpados a punto de cerrarse, el taxista me despertó.
-Ya hemos llegado señorita._
-Oh...gracias._dije aturdida, mientras le pagaba su servicio.
¿Y ahora que haría?, ¿qué se supone que le iba a decir a mi madre...? si es que no estaba histérica llamando a la policía.
Mis sospechas se confirmaron cuando vi que en mi casa, había un coche de la patrulla.
Maldición.
Entre por la parte trasera, utilizando la llave de una maceta que había en el jardín.
Mis intentos fueron en vano. Balto se abalanzó a mi, y se puso a ladrar.
-Shhh, ¡Balto, silencio!_
-¿Quién anda ahí?_grito mi padre muy peliculero.
Mi padre. Mi papá. De repente me entraron unas ganas enormes de correr hacía su lado y abrazarle.
Y así hice.
-¡Papá!_grité con los ojos llenos de lágrimas. Lo que tuviera que venir después no importaba.
Lo importante es que  iba a morir, y ahora estoy sana y salva, con toda mi familia, cuando creía que no les volvería a ver jamás.
-¡Lisa, cariño, Evelyn está aquí!_dijo gritando sobre mi cabeza.
Igualmente me dejo sorda.
-¿Dónde has estado?, nos tenías preocupadísimos, no vuelvas a hacerlo jamás._dijo al oído.
Mi madre estuvo a punto de matarse bajando las escaleras.
-¡Mi niña!, ¡mi niña esta aquí!_gritó entre lágrimas. Abrazándome y dándome besos en todas partes
-¿Qué te ha pasado? ¡estás herida!_
De repente se me ocurrió una idea. No quería mentir a mis padres, pero la mirada de esa chica y su seguridad me impulsaron a hacerlo.
-Veréis... el otro día me encontré con una amiga del colegio, y hacía muchísimo que no nos veíamos. Me invitó a su casa y me caí de las escaleras, rompiendo una cristalera._no me creía ni lo que estaba diciendo, asi que ,¿cómo me iban a creer ellos?
-Se me olvidó llamaros al móvil_añadí rápidamente. Me daba miedo mirarles, seguro que no se creería ni una sola palabra.
-Bueno, ya hablaremos mañana jovencita. Antes de nada voy a curarte esas heridas._dijo mi padre.
Suspiré aliviada.
-¡La policía te estaba buscando Evelyn, teníamos mucho miedo!_dijo mientras cogía el teléfono, temblando, seguramente para decirles que ya estaba bien.
-Papá, no hace falta._no me dio tiempo a terminar la frase cuando estaba en sus brazos.
No respondió nada. Me acurruqué en su pecho.
-¿Y Dexter?_me acordé de repente.
-Tu madre está llamando a tu hermano para avisarle de que estás aquí. Lleva todo el día con Carla y Eric buscándote por la ciudad._
Eric. Estoy segura de que a Eric no le podría mentir.
-Lo siento mucho._dije.
-No pasa nada, pero por favor, no lo vuelvas a hacer. ¡Para eso tienes el móvil!_
-Si, lo sé._dije quejándome al final, cuando mi padre se dispuso a limpiar la herida.
Al final acabé con una pierna vendada, y la otra inmóvil hasta apróximadamente 5 días.
-¡Menudo golpe te has dado!, que patosa eres hija._dijo despeinándome el pelo.
Le saqué la lengua y le besé sonoramente en su mejilla izquierda.
-Estos días no te podrás mover Evelyn, tienes que prómetermelo. Sé que eres una tozuda, y que no aguantarás ni dos días en reposo, pero si quieres curarte bien, tendrás que aguantar._dijo ahora, preocupado de verdad. Y en realidad, se preocupaba con motivos, porque no podría estar tanto tiempo encerrada.
-¡Señor, si señor!_dije como un buen soldado del ejército.
Me llevó a mi cuarto, después de que mi madre me ayudara a ducharme y a ponerme ropas limpias.
Mi padre me colocó suavemente sobre mi cama. Ahora el dolor se multiplicó por cien. Hice una mueca.
-¡Quiero ver a mis amigos, mamá! ¡y a Dexter!_
-Eso será mañana, ahora tienes que descansar._dijo dándome nuevos besos en mis muñecas.
-Mi niña..._dijo enjugándose las lágrimas.
-Mamá no me hagas llorar a mi también, ¿quieres?_
-Te quiero, cielo._dijo tapándome hasta el cuello.
-Os quiero. Muchísimo. Nunca lo olvidéis._dije mirando a esas dos personas que tanto amaba.
Saber que jamás les volvería  a ver hizo que les quisiera aún más. A ellos. A todos.
En cuanto cerré los ojos, caí rendida por el cansancio.
A la mañana siguiente me desperté aún más dolorida, y con un dolor de cabeza horrible.
Abrí los ojos muy lentamente, dado que la luz de la ventana me cegaba.
Intenté ponerme en pie, pero fue imposible. Mis piernas estaban totalmente agarrotadas.
Entonces la puerta se movió lentamente.
Era Dexter. Mi rostro se iluminó al verle.
-Creía que estabas dormida._dijo sonriente, y sentándose en el borde de mi cama.
-Me acabo de despertar._
Me estaba incorporando en la cama, pero cualquier movimiento que hacía por pequeño que fuera, me hacía gemir de dolor.
-¡No te menees!_dijo poniendo un cojín detrás de mi espalda.
-¿Te duele mucho?_dijo algo preocupado. Muy extraño en Dexter.
-No._mentí.
-Sí, ya..._dijo elevando su mirada hacía el infinito.
-Dexter...¿dónde está Eric?_dije preocupada.
-Se fue a dormir. Llevabamos buscándote todo el día. Cuando mamá nos llamó, quería venir enseguida a verte, pero yo el dije que no._dijo con una sonrisa al final.
-¿¡Cómo?!, ¿por qué le dijiste que no?_dije enfadada.
-Tenía que descansar, Evelyn, al igual que Carla._
-Soy una egoísta._dije en un susurro inaudible.
-No seas tonta. Es normal que le quieras ver. ¿Le llamo ahora?_dijo acariciando mi mejilla, y poniéndose de pie.
-Sí por favor.
Salió de la habitación en seguida y me dejó ahí, con mis pensamientos.
Con un ser egoísta. Ahora que me paso eso, no quería perder a Eric, ni a nadie. No quería que estuvieran alejados de mi.
En cuanto a Leo... no sabía lo que pensar de ese gusano. Hay una cosa que no todos saben, y que las chicas fingimos muchas cosas. ¿A qué me refiero? Muy sencillo. Fingimos ser fuertes, de piedra, que nada nos importa, que podemos superarlo todo. Y no es cierto. No somos débiles, somos frágiles.
Y yo  sólo quería devolver el dolor. Hacer daño. Pero, de todas formas, ¿qué iba a conseguir con eso?
La respuesta es sencilla: nada.
Escuché el timbre de casa, y eso golpeo mi corazón como un martillo.
Debo de tener un aspecto horrible y demacrado.
Hago un intento, por alisar la caótica maraña que era mi pelo en estos momentos, cuando entra por la puerta.
Y ahora es cuando me doy cuenta de todo lo mucho que le quiero.
Creer que no el volvería a ver jamás... y pensar que en ese estúpido sms no le dije te quiero al final...
-Os dejo solos..._dijo Dexter cerrando la puerta.
Su torturada mirada azul provocó estragos en mi rítmo cardíaco.
-Creía que te había perdido para siempre._dijo sentándose al lado de mi cama, en el suelo, de manera que nuestros rostros quedaban muy cerca. Demasiado.
Intenté contenerme, pero antes de que me diera cuenta, se desbordaron mis lágrimas.
¿Cómo me podían quedar reserva todavía? estos días sólo hacía llorar y llorar.
Me secó una de ellas, con su suave dedo pulgar.
-No te vayas nunca Evelyn. Sin ti no podría sobrevivir._me dijo con voz aterciopelada.
Es lo más bonito que me habían dicho jamás.
Me acerqué a el, haciendo más pequeña la distancia entre nuestras bocas.
Entonces, con el más delicado movimiento, su labio rozó el mio. No se hasta donde quería llegar, pero esta claro que yo quería llegar más lejos.
Le tiré de su camiseta, haciendo que se levantará y su cuerpo quedara pegado al mio, así, como una sola persona.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Capítulo 20.

¿Y ahora qué?
Por un momento pensé en que esto no estaba pasando de verdad, pero no. Sentía la fuerza de las cuerdas atadas en las manos y los pies. Tenía las muñecas rojas, y no paraba de llorar.
Ahora descubrí lo que era el miedo de veras.
-¡Cállate ya!_dijo molesto, por mis sollozos.
-¿Qué has echo con la hermana de Leo?_dije sin atreverme a preguntar que sería de mi.
Soltó una fuerte carcajada. Eso hizo que me infundiera más miedo.
-¡Tu amigo es tonto!, no sabe que voy a hacer lo mismo contigo que con su hermana. A todos les engaño por igual._
-¿Qué...?_dije en un susurro, más asqueada todavía del monstruo que tenía delante.
-Cuando me desaga de ti, repitire el mismo proceso que con tu amigo. Contactaré con tu madre, o con tu novio, y le diré que traiga a una chica._dijo sin apartar la vista de mi.
-Eres asqueroso..._dije rechinando los dientes, con repugnancia, con odio hacía el ser que tenía delante.
-Es lo más bonito que me han dicho nunca._dijo acercándose a mi.
-Tú, tú eres distinta, contigo voy a querer más._dijo pasando su lengua por mi brazo.
-Ni lo sueñes._dije haciendo un movimiento brusco, apartándome hacía un lado.
-¡Zorr*...!_dijo gritándome y acercando su cara a la suya.
Le escupí.
Gritó más fuerte todavía.
-¡¿Qué te has creído?!_me golpea en mi mejilla izquierda. Aullo de dolor.
El no hace otra cosa que mirarme y sonreír, le gustaba verme sufrir.
-Estás loco..._
El odio que sentía ahora mismo era inmenso. Pero Leo... no me puedo creer que me haya echo esto.
Tendría que haberlo hablado, no sé. Tendría que haberlo echo bien.
Quería recuperar a su hermana... y me a utilizado a mi. Y bueno su hermana esta...muerta...y yo...
Intenté pensar en lo poco que nos enseñaron de autodefensa. ¿A quién voy a engañar? no tenía ninguna probabilidad de salir de ahí.
Tengo el móvil en el bolsillo. Rezo para que no suene, ya que no lo tenía en silencio.
Ahora estaba bebiendo, y mira hacía al frente.
Es gracioso cuando piensas que estas existen cosas que  nunca te podrán pasar a ti, que cuando lo ves en las noticias, dices: probrecita...
Pero yo no sabía nada. Me a traicionado mi mejor amigo.
Y al igual que las cosas que creemos que nunca nos van a pasar, nos pasan, y son lo mejor del mundo, las malas también ocurren.
¿Pero esto? Esto ya era demasiado.
Ahora que era feliz, ahora que no podía pedir más. No podía hacer otra cosa que llorar en silencio. Y darle las gracias, porque estaba tardando demasiado en matarme, o lo que sea que fuera lo que me iba a hacer.
Había un gran reloj en la pared. Eran las tres y media.
Y pensar que nunca más volvería a ver a Eric... que nunca le he dicho te quiero.
Que no veré jamás a mi padre, ni a Dexter, ni a mi hermana.
¿Qué pensaría Eric?
Supongo que cuando pegue en mi casa, y no este pesará de todo menos que mi mejor amigo me racta y me deja con un asesino.
Estaba muerta de hambre, y muy cansada.
Pero lo último que iba a hacer era dormir.
No hacía otra cosa que mirar hacia todos  lados, en busca de alguna salida: la habitación tenía 2 ventanas, y no tenían rejas. Había una chimenea, una cama y una pequeña nevera.
-Ven guapa..._dijo, aunque a duras penas le podía entender. Estaba borracho.
Se acerca a mi, y me quita las cuerdas.
Vuelvo la cara hacía el lado contrario, mientras me desata los pies.
-Desnúdate._dijo mientra me lamia como una vaca asquerosa.
Fuerte, rápido, bruto.
En ese momento se me vino la imagen  de Eric. Nuestro primer beso. La suavidad con la que me trataba, la fragilidad y el cariño que tenía conmigo.
Ahora era distinto.
-¿Quieres pasarlo mal, no? Bien. Como quieras._dijo soltando una estrepitosa carcajada, que hizo que se me erizaran los pelo de la nuca.
Tenía que intentarlo.
Me levante corriendo y huí hacía la puerta.
Maldita sea. Estaba cerrada.
-¡Pero bueno! ¿te crees que soy tonto, monada?_dijo cogiéndome del brazo y golpeándome contra la pared.
Estuve a punto de perder el conocimiento.
Que ilusa soy. Eso es lo primero que habría echo.
De repente suena el móvil.
No. Seguro que era Eric.
-Dame eso._dijo apretándome nuevamente del brazo, y sonriendo.
Mi asesino disfrutaba con ese momento.
Iba a hacer cualquier cosa.
Se empieza a bajar los pantalones.
¡¿Qué?!...antes prefiero la muerte.
Entonces pense una cosa.
Era la última salida que vi. Era eso, o anda. Tenía que intentarlo. Fingí no haber visto nada, y me quede mirándole.
Una mirada de odio, asco.
A saber a cuantas chicas a matado, y en fin más cosas.
Esto no era una película, no iba a venir nadie a salvarme.
Me acerque a el. Saque valor de donde pude, y me quite la parte de arriba de la camiseta.
Sólo llevaba una camiseta fina, blanca, y tenía frío.
Se acerca a mi, y me toma con agonía.
Aprovecho, que le tengo delante y le presiono un ojo, fuerte, haciéndole daño, aprovechando que estaba débil y borracho, saqué las fuerzas de donde pude.
Le arañe toda la cara, me levanto jadeando del suelo, y me apresuro en coger la botella que había visto antes, para intentar escapar por la ventana.
Con las manos temblorosas, empuño la botella con las dos manos, y logró romper el cristal.
Pero el era más rápido. Salto por la ventana, y grito de dolor.
Miles de diminutos cristales rasgaron mi cuerpo, y estaba perdiendo mucha sangre en la pierna derecha.
Entonces veo que tengo un cristal clavado en la muñeca. Sale demasiada sangre. La camiseta blanca, se volvió roja.
Corro lo más deprisa posible. Apenas puedo correr, creo que también tenía otro cristal en el tobillo.
Entonces escucho pasos detrás de mi. Más largos, más expertos.
Todavía no había conseguido escapar.

martes, 25 de octubre de 2011

Capítulo 19.

El día paso muy rápido y puedo decir que incluso algo borroso. En el avión estuve dormida casi todo el tiempo. Sólo me despertaba cuando notaba algo encima de mi regazo, y ese algo, más bien alguien, era Eric. También interrumpían mi sueño las voces de mis compañeros más elevada de lo normal.
Cuando esto ocurría Eric se levantaba sobresaltado, y se ponía mirar hacía todas partes.
Y yo no hacía otra cosa que acariciar el torso de su mano, fuerte y musculoso. Creo que nunca me cansaría de observarle. Era muy interesante cuando dormía. Hacía todo tipo de gestos y muecas extrañas.
Recuerdo que me dijo que hablaba en sueños. Me asusté cuando me cogió del brazo, no por nada, si no por que creía que me lo iba a arrancar de cuajo.
Salí del avión un poco mareada y con dolor de cabeza debido al aterrizaje. Le sigo teniendo un pánico horrible.
Y ahora si que podía decir: ¡cómo añoraba ese sitio!, ya sólo queda la vuelta a la rutina, pero las pequeñas ilusiones que nos da la vida, es lo que nos hace coger fuerzas y seguir hacía delante. Carla, Dexter, Eric y yo nos bajamos del autobús, y nos despedimos de todos nuestros compañeros con un monótono y desganado ''hasta el lunes''.
Entonces después de darle un beso a Alice, vi que Leo pasaba por mi lado y no me dirigía la palabra.
-¡Eh, tú!._dije cogiéndole de la manga de su abrigo.
No lo entiendo, ¿por qué me estaba evitando?
Miró en mi dirección, asintió, y ladeo la barbilla bruscamente, y todo eso sin mirarme a los ojos.
No me dio tiempo a preguntarle porque estúpido motivo pasaba de mi cuando se largó.
Así, sin más.
¿Qué le había echo?
Carla se dio cuenta, y ella estaba igual de sorprendida que yo por la reacción de Leo.
Me dijo que no le diera importancia, y a continuación se marchó rápidamente en dirección a Dexter. Entrelazó sus piernas en la cintura de mi hermano y le beso delante de todo el mundo.
Que soltura. Me dan envidia incluso, aunque yo también tengo a alguien con quién poder hacer eso.
Aunque yo no era ni lo mínimo de atrevida que era Carla, me armé de valor y besé a Eric delante de todos.
Me daba un poco de corte, pero al parecer a Eric no le molesto.
Al principió abrió los ojos como platos, impresionado, pero luego se dejo llevar, me sujeto la cabeza entre sus manos y cerró sus ojos hasta fundirnos en un suave beso. Yo de puntillas, seguí su boca, que iba a un ritmo muy deprisa. Muy nuevo.
Basta. Me detenía para coger aire, y me recordé que estábamos en medio de mucha gente.
Eric me sonríe en cuanto cruzamos mirada. Me había entendido perfectamente.
-¡Qué mona eres cuando te ruborizas!_me dijo al oído y apartandome el pelo.
-Tonto_ le susurré a su oído, siguiéndole el juego. Nuevamente de puntillas, porque, aunque yo fuera bastante alta, Eric me superaba en altura. Me encantaba cuando íbamos paseando, y sus brazos me pegaban a el, haciendo una especie de coraza protectora sobre mi cuerpo.
Aunque yo siempre le soltara una bordería, me encantaba cuando me decía ese tipo de bobadas absurdas. Me causaba tanto desconcierto, que eso hacía que me ruborizara aún más.
Creo que sabía que cuando le digo tonto, con esa vocecilla que me sale cuando estoy con el, todo le queda claro.
-Ya, pero el tonto te gusta._dijo muy seguro.
Y que razón tenía. Aunque yo no se la iba a dar, por supuesto.
-¡Viva la modestia!_dije.
Me sonríe, tanto con los ojos como con sus labios, y nos dirigimos a mi casa.
Carla y Dexter van delante, cogidos de la mano.
Y mientras más los miro, menos me lo creo.
-Ya, yo tampoco me lo creo._dice Eric leyendome el pensamiento, elevando su mirada hacía el cielo.
-¿Tu te imaginabas algún día conmigo?_dije curiosa, agarrada de su brazo.
-Mmmm...yo..._
-¡¡Mis niños!!, ¡¡mis niños ya están aquí!!_que oportuna mi madre. Cualquiera diría que no nos veíamos desde hace un año. No olvidaría esa pregunta, quería conocer la respuesta con pelos y señales.
La verdad es que me dio mucha alegría verla, le echaba de menos, y a mi padre también.
Mi madre se aproxima a nosotros y nos besuquea a mi hermano y a mi, hasta tal punto que casi no consigo respirar.
-Mamá..._dije jadeando, y mirando a Dexter, que estaba rojo.
-¡Oh Carla!, ¡Veo que todo a ido sobre ruedas!_mi madre se acerca a Carla y le da un beso sonoro, y un abrazo gigante.
¿Cómo, ?¿qué ha ido sobre ruedas?
-Si...Lisa._dice Carla aproximandose a Dexter y entrelazando sus manos.
-¡Cómo! ¡¿te compinchas con mi madre y conmigo no?!_dije sorprendida, y a la vez riendome a carcajadas. Rio, por no llorar francamente. ¿Cómo puede ser?
Al parecer mi hermano estaba igual de sorprendido que yo.
-Ahora esta todo perfecto, con las dos mujeres a las qué más quiero en este mundo._dijo mirando con amor a mi madre, y copiando esa frase que tantas veces había visto en libros y películas románticas.
-¡Pero bueno! ¡¿ y yo qué?¡._dije haciéndome la irritada, aunque por un lado estaba celosa, tengo que admitirlo.
-Tu ya tienes a..._
Me quede pálida. No podía ni reaccionar.
Eric fue más listo que yo y le dio un pisotón a mi hermano.
Este se acordó rápidamente.
-¡...A Balto qué te espera en el jardín! ¿o es que no lo oyes?_
Estaba a punto de caer de bruces en el suelo. No quiero ni pensar lo que habría pasado. Mi madre estaba acostumbrada a que Dexter trajera una novia nueva a casa todos los meses, pero yo no era Dexter.
Yo era la pequeña Evelyn, la pequeña que al parecer nunca crecía.
¿Y mi padre? Oh dios mio, ¡menos mal que no estaba allí! ¡seguro que el lo habría captado al vuelo! Creo que incluso mi madre, pero ahora estaba muy ocupada hablando con Carla, dado a que su plan ''maléfico'' había tenido resultado. Mi madre tiene un espíritu muy joven para su edad, se lleva bien con todo el mundo, y a todos le suelen caer genial...pero esto... ¡Esto era demasiado! ¿Mi mejor amiga, con mi madre? Lo peor de todo es que, pensándolo bien, ni me resulta extraño. No pregunté por mi padre, porque supuse que estaría haciendo turno en el hospital. No me gustaba que trabajaran tanto. Algunas veces me preocupaban sus oscuras ojeras y sus caras de cansancio. Dexter y yo teníamos algo preparado para este verano, una pequeña sorpresa para ellos.
Tenía muchas ganas de verle.
En cuanto a Eric, seguro que le diría a mi madre que tenía novio, esta claro que no lo iba a ocultar nada, pero sería muy precipitado...para ella...tengo que elegir la ocasión muy minuciosamente.
Me volví hacía atrás y vi que Eric estaba hablando con mi madre, intercambiado sonrisas de todo tipo.
Mire hacía su lado, me sonrie.
Y yo me ruborizo. Me ruborizo porque la sonrisa que me dedica no tiene nada que ver con las que intercambia con mi madre.
Y me vuelvo hacía Balto, a ese gran amigo que siempre estuvo dispuesto a escucharme incluso en los peores momentos.
Esa noche me dormí pronto, demasiado pronto. Después de una buena ducha, y meter toda la ropa en la lavadora, me quede dormida.
Me dormí haciendo una gran reflexión de todo lo que había pasado en una semana. De todos los sentimientos que había vivido, de como era mi vida el mes pasado.
¿Cómo cambian las cosas, eh?
Por eso mismo vale la pena seguir luchando, porque las recompensas son buenas, ahora sólo faltaba una cosa:
que la frase ''todo se acaba'' fuera inmune para nosotros.
A la mañana siguiente me desperte con energía, dado que había recuperado bastantes esa noche.
Estaba activa y no paraba de moverme de un lado a otro. Estaba nerviosa, pero, ¿por qué?
No hago la cama. Estiro la colcha y acomodo la almohada.
¿No es absurdo tener que hacer la cama cuando la vas a volver a utilizar esta noche?
Corro de un lado a otro de la habitación, queriendo buscar algo, o quizás encontrar.
Miro en el armario, y no me gustaba nada de lo que veía.
Bah. Me decanto por unos jeans desgastados y ajustados y una camiseta liviana de color azul cielo. Como el de sus ojos. Pego un brinco y me sale una risilla de ilusa enamorada.
Me asomé a la ventana, y la abrí inspirando el olor del mar.
¡Hacía un día precioso!
Corro hacía la habitación de Dexter, que dormía desparramado en su cama, con algo de babas en su almohada.
Le soplo en la oreja, un aire suave, frío.
-¡Ahhhhh!_dice gritando.
Apoyo al cabeza en su cama, a la altura de la cabeza y nos quedamos mirándonos fijamente como unos estúpidos hasta romper a reír.
-Estás cambiada._dijo muy cerca mía, demasiado cerca, porque pude notar demasiado bien el asqueroso olor que desprendía su aliento.
-Tú también_dije sonriéndole.
-Lávate los dientes, anda._dije haciéndole un favor a él, y a la persona inocente que se atreviera a acercarse demasiado a el.
Mi mente decía que no, pero mi corazón era más tozudo.
Cogí mi móvil y le envíe un sms.
''Bello durmiente, t he despertado? dme si puedes quedar ahora. Un besito.''
Lo del final a sido muy cutre, lo sé, pero no me atrevía a decirle te quiero, si por sms.
Me senté en el amplio sillón de mi salón junto a Balto, me quede mirando a la tele pero no viendo nada.
Estaba impaciente por ver lo que respondía.
A los dos minutos mi móvil vibró, y mi corazón reaccionó.
''Bonita forma de despertarme. Pues claro q me has despertado, sino no estaria escribiendote sto.
A las 16:00? Nos vemos guapa.''
Me quedé un poco desilusionada el leer el final, pero no podía esperar otra cosa de mi primer mensaje.
Me tumbe en el sofá y le respondí algo sin importancia.
De repente vuelve a vibrar.
Que raro, no esperaba que me contestara.
No era Eric, era otra persona. ¡Era Leo!
Me sorprendió muchísimo que me invitara a dar una vuelta, después de lo arisco que se había comportado conmigo últimamente. Yo le respondí que estaba encantada.
Además seguro que me daría tiempo volver para ver a Eric.
Cogí un bolso cualquiera, metí las llaves y cuando traspasaba la puerta de mi casa, estaba llegando.
-Hola._dije contenta de verle.
Estaba raro, no era mi compañero alegre de laboratorio, ese que me alegraba las mañanas. Su rostro estaba cubrido por una máscara de cansancio y puedo decir que incluso tristeza.
-¿Has dormido bien?_dije preocupada.
-Sí, es sólo que necesito dormir más de diez horas._dijo intentándose hacer el gracioso.
Pero su inaudible entonación y su poco enfasí al mencionar esa frase me hizo tener más claro que algo le ocurría.
Aunque no quiero presionarle.
-Te llevaré a un sitio muy bonito, te va a gustar_dijo empezando a andar en dirección a su coche.
-Genial. Pero tengo que estar de vuelta para antes de las cuatro._dije pensando en mi cita con Eric. Ya le echaba de menos.
-Claro._dijo mírando al frente.
No supe describir la sensación que me transmitieron sus ojos, en el segundo que nuestras miradas se encontraron.
Estaba realmente raro, era algo muy impropio en el. Mi amigo, que siempre se caracterizaba por su optimismo y alegría.
Pone la radio inmediatamente, y nos vamos encaminando a las afueras de la ciudad. Tenía mucha curiosidad por saber a que clase de sitio me llevaría mi amigo.
Canturreo suavemente.
De la radio se escucha la voz de John Lennon, cantando stand by me.
Eso es lo que quería en estos instantes.
Que todas las personas de mi alrededor se quedarán tal y cómo están ahora: a mi lado.
Lo que yo no sabía, es que eso iba a cambiar en cuestión de minutos.
Leo iba conduciendo deprisa, pero con firmeza, manejaba su seat Leon a la perfección.
-¿Falta mucho?_dije haciendo al típica entonación infantil.
¡Mi padre odiaba cuando Dexter y yo le hacíamos eso!
Mi papá...la verdad, tenía unas ganas enromes de abrazarle, contarle todas las anécdotas del viaje a el y a mi madre, esa que me dio mi beso de buenas noches, y que aunque parezca mentira, no me duermo igual de bien si mi madre no me decía ese ''sueña con los angelitos''.
-Ya hemos llegado._dijo Leo sin fuerza en la voz.
Era un prado precioso, y a lo lejos se podía divisar una vieja cabaña.
-¿Vamos ahí?_dije señanlando la cabaña. Me recordaba a la casa del abuelo de Heidi.
-Sí..._dijo ocultandose, y caminando hacía delante.
Ya no aguantaba más. Ahora mismo, tenía una estúpida suposición en mente, y si era eso lo que hacía que mi amigo estuviera de esa manera tenía que hablarlo con el.
-Leo, ¿qué te pasa?, ¿estás así por que estoy con Eric?
-¿Qué? no._dijo algo sorprendido.
Pero le seguía pasando algo. Lo iba a averigüar costara lo que costara.
-Vamos._dice andando hacía delante.
Me quedo en silencio y le persigo detrás suya.
Al final acabamos enfrente de esa bonita cabaña, aunque Leo vacila sobre si entrar o no.
Primero pega en la puerta. Eso me desconcierta.
¿Se supone que tendría que haber alguien?
Un hombre nos abre la puerta.
Es alto y bien fibrado, yo diría que de unos 35 años, aunque las entradas de su frente, le hacía parecer más mayor.
-Por fin. Cuanto has tardado._dice mirando a Leo con una sonrisa maliciosa.
Me vuelvo hacía el, para preguntarle con los ojos, pero el me evita a toda costa.
No entendía nada.
Demasiadas preguntas y ninguna solución.
-¿Dónde esta mi hermana?_dice Leo.
¿Cómo?, ¿Leo tiene una hermana? No lo sabía.
Sabía que su familia y el, se mudaron a mi ciudad hace unos años, pero no sabía que tenía una hermana.
-Vaya...me hiciste caso...es más guapa de lo que me imaginaba._dice el hombre recorriendo cada parte de mi cuerpo.
Sentí un escalofrío y repugnancia ante la mirada de aquel hombre. Di un paso hacía atrás. Quería salir de ese lugar cuanto antes.
-¡¿Donde esta mi hermana?!_dice Leo alzando la voz, y posando fuertemente sus manos en la camisa de ese hombre. Me dio miedo la cara que puso, y la violencia que utilizó. Jamás el había vsito así.
-Ven mañana. Mañana estará aquí, y te llevarás a ésta._dice el hombre sin darle mucha importancia.
Se acerca a mi y me coge bruscamente de mi brazo desnudo, apretándolo con fuerza, atrayendome hacía el.
-¡Leo!_grité hacía su dirección. No era capaz de sostenerme la mirada. Vi que tenía sus ojos anegados en lágrimas.
-¿Que has echo...?_dije en un susurro inaudible. No me enteraba de nada. Lo único que sabía es que quería correr de ese lugar, de esas dos asquerosas personas.
Hice amago de soltarme, pero no pude hacer nada. Ahora me sostenía los dos brazos, y quedé totalmente inmovilizada.
Leo abre la puerta, y su cobardía le impidieron mirarme a los ojos.
Por un segundo lo hicieron y pude ver tristeza, miedo, mirada de suplica, de perdón.
¿Tristeza? Esa persona que tenía delante estaba muerta para mí.
¿Qué había echo conmigo?, ¿venderme?
Desde luego a vendido su amistad. Pensé con los ojos llenos de lágrimas.

jueves, 20 de octubre de 2011

Capítulo 18.

-Ya os vale..._dijo Dexter ladeando al cabeza de nuevo. Siempre le dije que fuera actor, pero a el no le interesaba. Aún recuerdo esa vez que me ayudó a fingir estar enferma por ese difícil examen de trigronometría que sabía con certeza que no lo iba a aprobar en mi vida.
Eric y yo no hacemos otra cosa que reirnos ante su estúpida reacción.
-Ya basta de bromitas..._me miró con cara de asesino.
-...vigila lo que haces, mocosa._dijo alborotándome el pelo. ¡Ogh! ¡cómo odiaba cuando hacía eso! Se comportaba peor cuando había gente delante, para hacerse más el gracioso.
-Lo mismo te digo..._dije sacándole la lengua, abrazada a Eric.
Eric suelta una carcajada ante mi reacción infantil.
Me sonríe y se acerca agilmente a mí, tan rápido cómo mi pulso se acelera. Me besa en la mejilla, rápidamente, estoy segura de que para molestar a Dexter. Sonreí ante ese pensamiento.
-Madrea mía con la parejita...la próxima me habisaís con más tiempo y os alquilo un hotel o algo..._dijo alejándose de nosotros.
-¡Idiota!_dije sonriendo y corriendo hacía su dirección. Ahora estaba más enfada aún, porque hizo que me separara de los brazos de Eric.
Se acerca a mi y me abraza.
-Espero que tengas mucha suerte hermanita._lo dice muy bajito, un susurro inaudible en mi oreja izquierda.
-La tengo._sonreí
-Te tengo a ti, a él, a Carla, a mis amigos y a mi familia._dije abrazándole aun más fuerte.
Que cantidad de sentimientos se pueden expresar con un simple abrazo, cuando algunas veces no encuentras las palabras adecuadas, o cuando simplemente quieres transmitir con todas tus fuerzas un sentimiento, que sencillo. Qué fácil. Qué bonito.
-Te quiero renacuaja._ se separa de mi.
-Tenemos la misma edad, y te recuerdo que siempre tengo que cuidar de ti._dije dándole un pequeño empujón en su hombro.
-¡Mentirosa! yo nací antes qué tú, y soy más listo, siempre te protejo._dijo con las manos en la cintura.
-Bah, no quiero discutir sobre eso, sabes lo que pienso._dije muy madura, demostrándole quien era el infantil en estos momentos.
-Vigila lo que haces...eh._dijo guiñándome un ojo. 
Sabía  a lo que se refería perfectamente, pero vamos, ¿no tengo bastante con mi madre?
Era evidente que Dexter estaba mucho más adelantado en esa área que yo, pero a el nunca se le ocurrió, ni se le ocurrirá echarme en cara esa cuestión.
Entonces recordé el interminable número de novias de Dexter, una temporada en la que cambiaba simplemente por mes, o porque le tocaba, o vete a saber. Llegó un punto que ya no sabía ni sus ''motivos''. Mi hermano es un chico normal, muy guapo, es verdad que tiene una sonrisa muy bonita... y sus ojos son iguales que los míos.
Pero vamos, Dexter es el típico niñato que pierde todo su encanto en cuanto abre la boca... o eso creía antes, porque me estoy dando cuenta que este viaje me a ayudado bastante a conocer a mi hermano. Y si le conoces bien, es una grandiosa persona. Yo lo sé, pero si el no lo demuestra...
Pero aún así yo sabía que con Carla era distinto, nunca había visto a mi hermano tan pillado.
Sabía que le gustaba de verdad, quiero decir... a lo mejor también le quiere, no sé.
Querer y gustar son sentimientos distintos, y eso hay mucha gente que no lo entiende.
¿Yo quería a Eric? Sí. De eso no hay duda. Aunque me costaría muchísimo décirselo, porque cuando el diga te quiero se lo diré de verdad. Te quiero. Ocho letras, dos simples palabras tan simples, y cuando las dices plasmas miles de sentimientos. Claro, cuando las dices de verdad.
Hablando de Eric... ¡le he abandonado! se me olvidó por completo su presencia. Si se ha ído, la verdad lo comprenderé. Estaba tan metida en mi mundo que...
Me di la vuelta, buscándole.
Estaba sentado en un banco, un poco alejado de donde Dexter y yo estábamos hablando.
Tenía algo entre las manos...¿qué era?
¡Es un ipod!, ¡mi ipod! recordé que el lo tenía en el avión, cuando yo me fui al baño y... no quería recordarlo. No quería recordar el motivo por el que estos días nos habíamos echo tanto daño. Pero, cuanto más te dices, no pienses en eso, más lo haces. Y esto me estaba pasando justo ahora.
Una serie de escenas recorrieron mi mente, una detrás de otra. Ninguna era agradable.
Esa noche, esa que yo estaba tan cerca de el, esa en la que Seidy apareció y le besó...
Para. Déjame. Ponlo de nuevo todo en su sitio. Cierra. Doble vuelta de llave, ahí, donde no haga daño, escondido.
Eric esta conmigo ahora, ¿no? No podía pasar nada.
Me acerqué a el por detrás, tomando su cabello, y colocandólo hacía atrás con las dos manos.
-Toma, tu ipod, ¿recuerdas?_¿por qué?, ¿por qué me pides que lo recuerde?
De repente me entró un nudo inmenso en el estómago, y  unas ganas inmensas de salir corriendo de allí.
-¿Evelyn, qué te pasa?_dijo cogiéndome de la mano, y haciendo que me sentara en su regazo.
Apoyé mi cabeza en su pecho, escuchando los leves latidos de su corazón. Eran pausados, suaves, perfectamente coordinados. En cambio los míos latían igual de rápido que  un pájaro que vate sus alas.
No quería mirarle a los ojos, por miedo a que me descubriera, pero parecía que me leyó el pensamiento, porque en ese mismo instante me levantó al barbilla, e hizo que le mirara a los ojos.
-Dime que te ocurre._dijo mirándome a los ojos, buscándo una respuesta.
-Tengo miedo._musité.
No se si era eso lo que realmente sentía, pero si, creo que era miedo.
-¿Miedo?_dijo frunciendo el ceño. Sus ojos lucían confusos, espectantes.
-Sí..._de que no me quieras como te quiero yo, debería de haber añadido.
-¿Alguien te está haciendo algo?, dimélo por que sea quién sea se va a enterar._dijo más inquieto.
-No, Eric, no es eso._dije mirándole muy seria_tengo miedo de que esto salga mal. De que...
-...Puedes estar segura, que no siento nada por Seidy, si es eso lo que te preocupa._dijo interrumpiendome. Y si, como me conoce. Ahora me quedo más tranquila. Más feliz de lo que soy en estos momentos.
-Cuando me bese con ella, fue para intentar que tú no me distrajeras, para intentar hacer como que no me importas..._su voz se fue apagando a medida que se iba terminando la frase.
-Es lo que nesesitaba oír._dije estirando mi cuello, buscando sus labios, ávida, de él.
El perfiló los míos con su lengua.
El resto del día paso con acontecimientos no muy interesantes.
Tuvimos una clase de esquí, aunque nuestro colegio sabía esquíar a la perfección, dado que hubo un tiempo en el que impartimos clases obligatorias.
Estuve con Alice y con Carla, dado que eran grupos de tres, lo pasamos genial. No quería perder a mis amigas nunca.
-¡No nos dices nada!_otra vez vuelta a lo mismo, a tener que explicar todo, bla, bla, bla, bla, bla...
-Haceís una pareja muy mona_dijo Alice haciendo que me sonrojara levemente, ante sus palabras. Aunque eso lo dicen siempre por cumplir. Creo que ella lo decía enserio.
-Sí._dice Carla sonriendo.
-¿Oye habéis visto a Leo?_
no le había visto, sólo un rato en el desayuno, y tenía ganen de biología, que al final se pospuso para el lunes. Gracias a dios, ¡algo de consideración!
Carla y yo subimos como locas las escaleras arriba. Eran las de verle, le echaba de menos.
-No sé, yo no le he visto por ninguna parte._me respondió Carla.
-¡Chicos, chicos, acércaos!_dijo gritando el profe de gimnasia.
-A las siete y media os quiero ver a todos justo aquí, en esta entradita. Espero que os lo hayáis pasado genial, y habrais cogido fuerzas para los próximos éxamenes._una oleada de gimoteos se produjo a continuación, al escuchar las palabras finales del profesor.
Supongo que muy pocos habrían estudiado para el examen.
Eran las siete, y todavía no teníamos ni las maletas echas, también nos teníamos que duchar, y cambiarnos de ropa.
No se como, pero batimos nuestro récord personal, eran las siete y veinticinco, y ya estábamos listas.
Nos vestimos un poco más arregladas de lo normal: Carla llevaba un vestido y unas botas preciosas. Hoy estaba realmente guapa.
Yo llevaba una falda, unas medias marrones, y unas botas también. En la parte de arriba  una blusa beige.
-Espera, espera._dije cogiéndole de la mano, llevándola hacía el gran espejo que había, al lado de la puerta.
-Vamos a hacernos una foto._
Cogí la cámara y nos hacemos dos o tres. Unas normales, otras divertidas.
Como iba a a echar de menos este sitio.
Siempre lo iba a llevar conmigo, este sitio se ha convertido en algo muy especial para mi. No hace falta que os recuerde el por qué.
Tenía pensado volver, eso estaba claro.
Besé a mi mejor amiga en la mejilla, y cogí mi maleta. 
Eché una última ojeada a nuestra habitación, esa en la que había experimentado tantas cosas.
Finalmente la cerré, y lo último que vi fue ese gran sofá rojo, dónde había experimentado tantas sensaciones nuevas.

lunes, 17 de octubre de 2011

Capítulo 17.

Esa noche ni siquiera pude conciliar el sueño. Carla vino a las 2:30 de la madrugada y aún estaba despierta.
Llegó, sin hacer ruido, por miedo a despertarme. Me incorpore y la sorprendí encendiendo la luz.
-Imbécil. ¡Me has asustado!_dijo Carla dando un bote.
No podía parar de reírme.
-Tú estás demasiado feliz..,¿no?_dijo Carla quitándose el vestido.
Pero aún no quería contarle nada. Ni siquiera a mi mejor amiga. Era mi secreto. Nuestro secreto.
-Qué mala es la edad..._dijo susurrando. Pero mis oídos lo captaron a la perfección. Bah. Lo deje pasar.  Simplemente no tenía ganas de hablar.
-Ya me contaras._
-Buenas noches_dije mándandole un beso en el aire.
Y ahí dio por terminada la pequeña conversación.
Me sumergí de nuevo en mis sábanas e intente conciliar el sueño, sin éxito. Lo único que me ayudo a dormirme es pensar que mañana tendría unas ojeras horribles y estaría más pálida que la taza del wc.
A la mañana siguiente, mi cama me impedía levantarme. Mis sábanas me decía que no me moviera un milímetro de ese lugar, asi que hice lo que me ordenaron durante unos preciosos quince minutos. Carla ya se había vestido. Demasiado raro, tratándose de ella. Seguro que habría quedado con Dexter más temprano.
Me levanté de un salto y corrí hacía el baño. Me asee, me peine, y me maquille. Muy poquilla cosa, como siempre.
Entonces llegó la duda si lo de anoche fue verdad, o no, como siempre, siempre que me pasaba algo bueno, me lo preguntaba. Estoy segura de que ocurrió de verdad.
Cuantas ganas tenía de acercarme a el corriendo y entrelazar mis piernas en su cintura, sentir sus manos en mi espalda, y sus labios contra los mios.
Pero...¿y si le molestaba? A lo mejor no el gustaba que me pusiera empalagosa delante de sus amigos, delante de todos...
Aunque no me caracterice por ser una pesada, ahora no me podré controlar. Mis sentimientos y mis nervios están a flor de piel.
Me vestí con un un jersey de lana, muy calentito, aunque el tejido no era demasiado grueso. Me enfundé unos pantalones ajustados, color marrón y me calcé las botas. Lista.
Hoy fuí por las escaleras. Iba a llamar a mi madre antes de entrar al comedor, así que me desvié y fui hacia unos grandes sillones, dado que en el comedor había un ruido insoportable de adolescentes hambrientos.
Fue extraño. Siempre le contaba todo a mi madre. Me sentía rara. Pero aún era demasiado pronto...en realidad, el que me preocupaba seriamente era mi padre.
Aunque... ¿no estoy sacando conclusiones precipitadas?
Quiero decir...Eric no ha dicho nada oficial, bueno ni él, ni yo. Pero era evidente que algo éramos. No se la idea que tendría en su cabeza.
A lo mejor sólo quiere estar conmigo durante un mes. O incluso menos. Sacudí la cabeza. Eso es imposible. Al menos por ahora.
Me dirigí al comedor, para intentar no pensar en mis pensamientos negativos, que hoy más que nunca me ponían en duda.
¿Dónde se han metido todos? No había rastro de mi hermano, de mi mejor amiga, de Alice, de Leo...Y sobre todo, ni rastro de él.
Recorrí la mirada del amplio comedor sin ilusión. Se me quita el hambre repentinamente.
Cogí una manzana del buffet y sonreí al ver quien estaba a mi lado.
-Eoeoeo._dijo Leo.
-¡¡Hola!!_dije dándole un suave abrazo.
El me lo correspondió.
-¿Dónde estáis metidos? No os veo por ninguna parte. Bueno a ti sí._sonó de lo más estúpido, no me enteraba de lo que estaba diciendo ni yo.
Soltó una leve carcajada.
-Estamos al final, pero tú como estás en tu mundo..._dijo silbando al final.
-Idiota._dije sonriendole. Siempre estábamos igual. Aunque yo también le chinchaba muchísimo.
Leo se tensó y se puso serio enseguida. Su rostro se cambió por completo, se convirtió en una máscara que no expresaba nada. No tenía ni idea de que le hizo comportarse  así. Me levantó la barbilla, me sonrío secamente y se esfumó justo cuando alguien me tiró del pelo.
Aullé de dolor. Me cogió muy poca cantidad, y eso hizo que me doliera aún más.
Estaba con los dientes apretados, dispuesta a volverme y a pegarle a quien fuera que fuese el maldito que me estuviera haciendo eso.
No me dio tiempo a girarme cuando unos brazos rodearon mi cintura. Ahora no podía ser otro.
Sonreí. Mi odio se desvaneció enseguida. Y mis ganas de pegarle a ese ''desconocido'', ahora no tan desconocido se convirtieron en unas tremendas ganas de verle, preguntarle que tal a pasado la noche, besarle . Me tenía que contener. Éstabamos delante de demasiada gente, no era buena idea.
Me besó en la mejilla con un beso muy sonoro. Precioso. Perfecto. Mañanero.
Luche con sus brazos que me tenían inmovilizada, para poderme volver y darle una preciosa sonrisa.
-Hola._dijo apartándome el cabello de un lado de mi cara y acomodándolo detrás de mi oreja. Parecía que le gustaba ese gesto. Siempre me lo hacía.
No se como, pero cada día que le veía sus ojos me parecían más hermosos. ¿Cómo es eso posible?
-Vamos a fuera._dije dándole un empujoncito a la salida.
El me cogió de la mano. Me buscaba con la mirada. Yo miraba hacía delante.
Va enserio. Que bien. Me daba miedo dar ese paso por mi sola. Tan cobarde como siempre, lo sé.
Pasamos por recepción y el recepcionista me sonrió. Recordé aquella noche donde no quería existir. Donde tenía un odio que me consumía por dentro, cuando me odiaba incluso a mi. Y de repente, pum. Plaf. Estoy aquí de la mano de la persona más importante de mi vida.
Todo depende de ti. Si no persigues lo que quieres, jamás lo tendrás. Si no preguntas, la respuesta siempre será no. Siempre igual, si no arriesgas no ganas.
Comenzamos a andar, con una pequeña capa de nieve en el camino y en el paisaje. Era precioso.
Pero hacía un frío horrible. Eric lo noto y se acercó más a mi, me abrazó por la cintura y yo hice otro tanto. Era evidente que ahora mismo no tenía frío. Me gustaba sentir esto siempre. Ese nudo en el estómago, esas mariposas bailando dentro de él. Yo las intento apaciguar, pero es imposible, son demasiadas.
De repente Eric se para, y se encamina hacía un banco. Le persigo.
-¿Te pasa algo?_dijo demasiado rápido, al grano. Me costó entender lo que decía. No me sostenía la mirada y eso era algo raro.
-¿Qué me iba a pasar?_dije sorprendida. También curiosa.
-No se...estás rara. Creo que soy demasiado pesado contigo. Si te agobio, me lo dices sin problemas, ¿de acuerdo?_dijo ahora mirando hacía el frente, hacía la nada.
Dios, ¿como puedo ser tan sumamente infantil? Él. Me dice él que si le agobio, cuando cada minuto que paso a su lado, me gustaría estar abrazada a él como una lapa.
Le gire la cabeza suavemente en mi dirección e hice que me mirara.
Hoy llevaba un gorrito de lana gris, estaba guapísimo.
Sus ojos me miraban de una forma extraña. Por primera vez me costó traducir su significado. Mira que soy idiota.
-Eric,_sentí un escalofrío al decir su nombre, el se dio cuenta_ si estoy así es porque la que no quería agobiarte era yo._dije mirando hacía sus ojos, luego a sus labios.
-Tú me gustas, Evelyn. Quiero estar contigo, ¿vale? Siempre._esa palabra hizo amago en mi. Se quedo con un eco flotando en mi cabeza. Siempre. Siempre. SIEMPRE. Un sí infinito. Recordé ese anuncio. Sonreí. Estúpida.
No aguanto más.
Me senté en su regaño y le bese como nunca. Le quite su gorrito, para poder tomarle el pelo. Lo puse entre nosotros. Mmm chocolate. Sabía a chocolate.
Beso dulce.
Creo que le gustaba que le tocara el pelo. Si no fuera así, seguro que me lo habría dicho, porque siempre estaba jugueteando con su melena.
Me aparte de el levemente. Su nariz estaba pegada a la mía. Me sonríe.
-Soy estúpida._dije susurrando.
-Ya lo sé._dijo riendose. Y os lo juro, no creo que exista un sonido más hermoso que el de su risa.
Le mordí su labio inferior, cerré los ojos y continue besándole.
-¡Ay!_se quejó infantilmente.
-¿Qué te pasa bebé?_dije haciéndole un pucherito. Estoy segura de que si nos estuviera viendo alguien pensarían que no estamos muy bien psicólogicamente. O a lo mejor es listo y sabe lo que nos ocurre de verdad. La magía del amor.
-Mejor me callo y no te digo lo que estoy pensando ahora, por que si no..._dijo dejando su frase en el aire.
-...Si no...¿qué?
-Nada._dijo besándome en la frente. Creo que lo nuestro era distinto, creo que no éramos novios, o como se diga, pienso que Eric y yo somos algo distinto al resto. Nunca una persona me hizo sentir tan cómoda, tan agusto. Sólo me pasaba con mis mejores amigos, o con mi familia. En cambio el... con el todo era raro. Perfecto. Único. Inigualable. ¿Inigualable?, sí, tal vez esa sea la palabra adecuada.
-¿Nos vamos?_dijo levanándose y cogiéndome en sus brazos. Me agarre a su cuello enseguida.
-¡Estás loco!, ¡bájame Eric!, ¡te vas a hacer daño!_dije luchando contra el. Era imposible. Tenía una fuerza increíble. Recordé cuando me dio ese codazo en el avión por accidente, me dolió bastante. Aún tengo un pequeño cardenal.
Gritó de dolor. Me bajó rápidamente, pero con mucha delicadeza.
-¡Lo sabía!, ¿te has echo mucho daño?_me sentía fatal, pero se lo había avisado. Se lo merece.
Eric hacía muecas de todo tipo, y no me hablaba. Me estaba empezando a asustar.
-Es el cuello. Me duele muchísimo._dijo tocándose la parte de atrás.
Eso me pasa por no hacer la dieta. Mis 56 kilos cobraron factura. Ahora me sentía mal de verdad.
-¡Eric, lo siento mucho!_dije agarrándome de su cintura, en vez de en su cuello. Me estaban entrando ganas de llorar. No se podía ni mover.
Me acarició el pelo y me lo apartó hacía un lado.
Un escalofrío recorrió mi columna vertebral.
-Es mentira_me susurra al oído.
-¡¿Cómo?!_me levante enseguida.
-Que te he engañado._dijo sonriendo ante mi reacción.
-¡¡¡¡¡Idiota!!!!!_le grité.
-¡Te tendrías que haber visto!_dijo soltando una fuerte carcajada.
-Te has pasado. La has cagado._dije empezando a  caminar.
-No estarás enfadada enserio...,¿no?_dijo cogiéndome de el jersey, atrayendome hacía a el, por detrás.
-Por lo menos sé que te preocupas por mi._dijo más cerca.
¿Cómo no me voy a preocupar por ti, imbécil? Suspiré. Seguía hablando a sus espaldas. No creo que esto fuera una conversación normal.
-Puede_dije intentado mostrar odio. Aunque me había molestado bastante que hiciera todo ese teatro, porque estaba preocupada por el de verdad, no podía enfadarme con el.
Era imposible.
-Yo se que no._dijo poniendose delante de mi y pegándome aún más hacía el. Su respiración se unió a la mía.
Me a descubierto. ¡Maldición!
-¿Y tú qué sabes?_dije cruzándome los brazos sobre él, aunque nuestros cuerpos se rozaban.
-Lo sé. Yo lo sé todo. _dijo sonriente. En sus ojos había una perversa diversión.
-¿Cómo lo sabes?_dije rindiéndome al fin.
-Por tus ojos._
-Mmmm. No vuelvas a hacerlo nunca más. Estaba pensando muy seriamente en ponerme a dieta._dije al final. Con un suspiro de alivio.
-¡Estás loca! Tú eres perfecta. La mejor y la más guapa._dijo colocando mis brazos alrededor de su espalda.
Me ruboricé de placer. Eso es lo que dicen todos siempre a sus novias, al menos en las pelis. Aunque dicho de el eran las palabras más bonitas que me podían haber dicho en mi vida.
-Tonterías..._dije bajito. Haciendo circulitos en su pecho. Notaba sus perfectas abdominales.
Ejem, ejem. Se escuchó una voz por detrás exagerado su actuación. No podía ser otro que...¡Dexter!
Eric y yo nos miramos. Pero no nos separamos.
-Vaya con la parejita...¡eh! que guardado lo tenias hermanita. ¿Y tú, tio? Ya te vale, que no me cuentas nada..._dijo Dexter haciendose el ofendido. Girando su cabeza de un lado a otro, con las manos en los bolsillos y exagerando teatralmente los gestos de ''dolor'' de su cara.
Eric y yo sonreímos y nos limitamos a contarle todo a ese pesado de enfrente, un pesado que aunque pocas veces se lo demostrara lo quería como a nadie. Bueno ese nadie, era la excepción en este momento. Por que ese nadie se encontraba a tres centímetros de mi cara.