Introducción.
Una adolescente enamorada como otra cualquiera. Un instituto en el que tener un buen coche se basa en un 50% de tu posición social. Un chico que no se a encontrado a si mismo. Un amor intenso, pasional, real, fresco. Una historia de amor que te cautivará, en la que tú puedes ser perfectamente la protagonista.
domingo, 28 de agosto de 2011
Capítulo 6.
Balto no paraba de saltar y corretear por la orilla. No se cansaba nunca. Me gustaba observarle, y ver como era feliz con nada, con lo más mínimo, mientras que nosotros, somos cada vez más egoístas, siempre queremos más y más.
Me extraño mucho que Carla no me llamara, pero la verdad, lo agradecí, hoy no me apetecía ir de compras. Cosa rara en mi.
Vi como una pareja paseaban en la orilla a lo lejos. Me quedé mirándolos por un momento. En ellos se veía verdadero amor, no como Dylan y Rachel...
Entonces pensé: Miedo a amar. ¿Qué puede haber más bonito? Con lo hermoso que es entregarse a esa persona, poner todas tus confianzas en ella, verle sonreír y ser la más feliz del mundo.
Yo no tengo miedo amar. Simplemente soy cobarde, son cosas distintas. Pero a partir de hoy va a ser distinto, me va a dar igual lo que piensen de mi. Seré yo misma. Tal y como soy. Es lo mejor. ¿No odiáis, esto?: ''me gusta ese chico, pero nunca se fijará en mi...''
y las personas, las que de verdad te quieren, te dicen: ''sé tu misma''.
Tan fácil como eso. Ahora lo entiendo. Si no te amas a ti misma, nadie te amará nunca. Tampoco hay que pasarse de creída...
Además, no se acaba el mundo porque no le tengas, bueno tu mundo, si que se acaba, porque tu mundo es él. Tan sólo se acabará una lucha. Pero aún quedan miles de batallas.
Abrí el libro y me adentré en otro mundo, más bonito, más feo, quizás mejor, quizás peor. No sé cuanto tiempo pude estar ahí sentada, pudieron ser horas. Ya era incluso de noche cuando volvió a llover, justamente como el día anterior. Así, sin más. Todo se volvió más negro. Recé porque fuera un aguacero, pero este tenía más mala pinta. Llamé a Balto de un silbido y este se apresuró en venir a mi lado. Sonreí al recordar como mi padre me enseñó a silbar de esa manera. Recuerdo que fue a los ocho cuando por fin me salió. Corrimos hacia la casa y acabé empapada, como ayer. La puerta estaba cerrada con llave y eso me extrañó. Los chicos ya no estaban en el salón, así que, supuse que estarían ordenando los últimos detalles de la maleta... o quizás ni habrían empezado. Me di una ducha con agua hirviendo, es más salí colorada y en mi baño había una espesa neblina a causa del vapor. Me puse una fina camisa de tirantes y unos shorts cortitos a modo de pijama. La verdad es que aunque sólo fuera una semana el tiempo que íbamos a estar allí, yo llevaba ropa para un mes.
Cada vez llovía con más intensidad y parecía que el techo se me iba a caer encima. He oído que cuando se escuchan temblores, o algo así, lo mejor es meterse debajo de unas escaleras. Aunque lo encuentro absurdo. ¿Y si se te cae la escalera encima...? Bajé a la cocina a por algo de comer y estaba echa un asco, se notaba que Dexter y los chicos habían estado por aquí.
Cogí una manzana y estuve un ratito en twitter y tuenti. Hablé con Carla sobre su cita con el médico, al parecer todo fue bien. Estaría en mi casa a las siete de la mañana, puesto que mañana saldríamos del instituto a las siete y cuarto. También me hablo Massi. Amigo de Dexter y de Leo. Massimiliano. En efecto, nombre italiano, aunque demasiado largo para mi gusto. Sólo llevaba dos años aquí, y dominaba a la perfección los idiomas. En el último examen de lengua superó a varios de la clase. Todos le llamaban Massi, y la verdad es que me gusta. Es algo así como Massi, eres lo máximo.
Llamé a mi madre por teléfono y me dijo que estarían en casa antes de las siete, para despedirse de Dexter y de mi.
No paraba de llover, fui al jardín y metí a Balto dentro de la casa.
Y estaban empezando los relámpagos. Una de las cosas que más miedo me daban, aparte de los fantasmas y las casas embrujadas, y bueno, porqué no, mi madre enfadada...
Recuerdo que, cuando era pequeña, mi madre me decía que los relámpagos eran ángeles en el cielo tocando un tambor.
Eso me lo creía antes, pero ahora, no. Siempre me habían causado pavor.
Metí un respingo y me calle un grito ahogado. Se me apagó el portátil. Lo que faltaba. Encima se va la luz. Me asomé por la ventana y en la calle tampoco había. Utilicé el móvil para ver donde pisaba, y entones recordé que mi madre guardaba una linterna en su cuarto, para casos como este. Subí las escaleras muy lentamente, poniendo especial interés sobre donde pisaba. Abrí la puerta del cuarto y escuché los ronquidos de Dexter de lejos.
Parece un ogro.
Entonces me quedé paralizada. En la cama había algo, más bien alguien. Mis padres no venían hasta las siete, y si es un ladrón, no creo que se este tomando un descanso, sería lo último, vamos.
¿Quién es?, me acerqué y utilicé el móvil para ver quien era.
Sonó otro relámpago. Grité sin darme cuenta.
Sea quien sea se levantó de la cama rápidamente. Supe que era un hombre por su voz. Ahora si que estaba a punto de gritar, y no por la tormenta. Iba a llamar a Dexter, pero no podía articular palabra alguna.
-Eh, tranquila no pasa nada.
No podía ser verdad... era él. Podía sentirlo. Ahora estaba de pie a mi lado. Otro relámpago. Di tal bote que el móvil acabó en el suelo. No se veía nada. Otro relámpago y otro, y otro más. Grité de nuevo, estaba muy asustada.
Entonces, en ese momento, unos brazos rodearon mi cuerpo y mi espalda y me apretaban con fuerza hacía su pecho. Quería refrenar mi respiración ya desbocada a causa de los relámpagos, y ahora incluso, más todavía. Nunca había querido tanto que no acabara una tormenta. Quería que si parara en algún momento, yo me esfumara con ella. Estaba temblando, y no sólo por el frío. El se apartó un poco, pero no del todo.
-Eh, ¿tienes frío?._dijo Eric susurrándome cerca del oído. Quería matarme.
No pude decir nada, pero estaba temblando, e intentaba ver su rostro.
-Toma._Sentí como se apartaba de mi y se quitaba su sudadera.
No me lo podía creer. ¿Esto es un sueño? mi imaginación me estaba empezando a preocupar. Me la puse corriendo. Me quedaba enorme, pero estaba genial dentro de ella.
-Muchas gracias._la voz que emití sonó rara incluso para mí.
Otro relámpago. El me apretó otra vez suavemente sobre su costado. Su respiración era lenta, suave y pausada. Su corazón latía tranquilo. En cambio el mío, parecía que se podía escuchar a 9800 kilómetros de distancia. Intenté silenciarlo. Fue imposible.
Poco a poco paró de llover, o al menos había parado la tormenta. Aún así se escuchaba una lluvia silenciosa de fondo.
Me sorprendí, estábamos en silencio, y no estaba incómoda, para nada. Todo lo contrario. Cuando no conocía a alguien me era imposible mantener un silencio. En cambio ahora, no. A Eric le conozco, pasaba tiempo en casa, pero nunca había mantenido con el una conversación normal. Se separó levemente de mi ,y yo hice otro tanto. Me senté en la cama y el me imitó, y se sentó a mi lado. Poco después vino la luz. Maldición. Ahora será más difícil estar con el. Me miró.
-¿Estás mejor?_dijo dejando ver su perfecta fila de dientes blancos y rectos.
-Mejor, muchas gracias. Me asustan muchos los relámpagos._dije mirando a su sonrisa.
-Y que lo digas._dijo frunciendo el ceño.
Me volvió a mirar y entonces sufrí un colapso.
-¿Qué haces aquí?, ¿eres el nuevo amante de mi madre y no me he enterado?
-Ni de coña. Me quedo esta noche en tu casa, le dije a Dexter que te avisara, pero ya veo que no me hizo mucho caso. Mañana Dexter y yo vamos juntos al instituto, y me dijo que me quedara en vuestra casa. Insistí en que no era necesario, pero cuando quise salir por la puerta de tu casa estaba cerrada con llave.
Volvió a reírse mostrando sus dientes blancos y frotándose los pelos de la nunca. Estaba algo vergonzoso. Siempre solía hacer ese gesto en clase cuando le preguntaban algo que no sabía. Sólo podía pensar una cosa: Dexter, te quiero.
-Te he tenido que dar un susto de muerte. Lo siento. Pobrecita._Seguía riéndose.
Que pare ya. ¿Pobrecita...?
Le tape la boca con la mano. Me sorprendí de lo que había echo. Con él estaba realmente cómoda, me transmitía seguridad. Confianza. Tanto como para callarle, cuando lo único que nos decíamos era algo como: Hola, adiós. Sonrisa de cortesía. Hola Eric, me gustas, te cuento las pestañas. Vale. Eso último no.
Me mordió la mano. Estaba concentrada pensando, y el aprovechó para morderme.
-¡Ah! _Baje la mano . Me hice circulitos con el dedo pulgar, para fingir dolor. No me había echo daño, estaba actuando.
Enarcó una ceja. Yo seguía estudiando sus ojos azules, buscando los misterios que escondían. Él entrecerró los ojos.
-Me has echo daño._ dije lastimosa.
-Oh, lo siento mucho. Pero tú has tenido la culpa.
Se limitó a mirarme inocentemente.
-¿Me perdonas?._En el fondo de sus ojos se captaba la curiosidad.
En cualquier momento me veía derretida en el suelo. A parte la vista de inmediato.
-Para._dije sin pensar. Algunas veces me pasaba, hablaba sola.
-¿Cómo?._dijo ahora realmente curioso.
Estábamos cerca, muy cerca, cuando entró Dexter, haciendo su gilipollez de turno.
-¡Eh, eh! si estáis ocupados colgar algo en la puerta...
-¡Dexter!_gritamos los dos, al unísono.
-Bueno, yo me voy os dejo solitos... ._dijo desapareciendo por la puerta.
¿Cómo un adolescente de dieciséis años puede llegar a ser tan infantil?
-Bueno yo también me voy, tengo que terminar de hacer la maleta..._aunque en realidad me quedaría aquí...
-Perfecto._ me dijo con una sonrisa en la cara. Siempre tan feliz, tan risueño, tan optimista. Me pregunto si será una máscara.
Iba saliendo del cuarto cuando me cogió de la mano.
Puse los ojos como platos. ¿Pero qué...?
-¿Se te olvida algo, no?_dijo.
Te daría un besito de buenas noches.
Me concentré en pensar cuerdamente.
-¿Qué?_ dije asombrada.
-Mi sudadera...bueno si quieres quedatela..._Me dijo con otra sonrisa igual de resplandeciente que la otra. Entonces me di cuenta. Llevaba el torso desnudo, con su trabajo de gimnasio al descubierto. Me obligué a apartar la vista, por educación.
-Ah... esto... sí..._dije tartamudeando nuevamente.
Me la estaba quitando, cuando de pronto le volvía a tener demasiado cerca de mi rostro. Sentía su respiración y su aliento olía a menta.
-Buenas noches, Evelyn._Y se apartó enseguida. Me gustaba más de lo racional, como dijo mi nombre.
Me quedé quieta ahí sin respirar. Intenté ordenar mi mente, ahora confusa.
-Esto... si gracias, igualmente._ creo que parecía algo desorientada.
Cerré la puerta con cuidado y me alejé a mi habitación. Preguntándome si esto había pasado de verdad. Y yo que creía que había utilizado todos sus poderes sobre mí...já... qué ilusa.
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